Una palabra amiga

Navidad en Cuba

El Prior general celebró la Navidad con la comunidad de agustinos recoletos de Cuba, la primera desde su llegada en febrero de 2018. En este artículo comparte su vivencia en Antilla, donde los cuatro misioneros realizan su labor pastoral

Viajé a Cuba desde la Ciudad de Panamá. Fui con Joel, que regresaba de sus vacaciones en Filipinas, su país. El aeropuerto de Tucumen estaba a rebosar, para acercarse al mostrador de facturación para el vuelo a Holguín (Cuba) tuvimos que sortear los múltiples fardos envueltos en plástico de los viajeros. Hay que llevar todo lo posible, allí no es fácil conseguir comestibles y objetos que en otros países se pueden adquirir con facilidad. Nosotros llevamos dos maletas de 23 kilos cada uno, la mochila y hasta facturamos una bicicleta de montaña. Mis maletas y la bicicleta llegaron, las maletas de Joel, llegaron cuatro días después. También Juan Pablo, el Secretario general, tuvo que esperar en Panamá este vuelo al no conseguir boleto.

 

La comunidad de agustinos recoletos de Antilla está compuesta por cuatro religiosos: Jairo, colombiano; Joel, filipino; Ismael, guatemalteco, y Noé, mexicano. El 23 de diciembre celebré la misa por la mañana en Antilla. Allí un grupo de jóvenes acólitos, chicos y chicas, se esfuerzan por dar solemnidad a la celebración. Por la tarde acompañamos a Joel para celebrar la misa en la comunidad de El Ramón. Acudieron una veintena de personas. Como allí no hay iglesia la celebración la tuvimos bajo un cobertizo decorado con luces navideñas y un pequeño belén.

 

El 24 de diciembre por la mañana nos reunimos para revisar la vida y apostolado de la comunidad y para ver el modo de intensificar la comunión fraterna. Por la tarde, salimos en coche; Ismael nos dejó a Noé y a mí en Báguanos, la parroquia más pequeña y más alejada, mientras que él se quedó en Tacajó. Me quedé admirado por la acogida y por el compromiso con la parroquia de un grupo de mujeres de Báguanos. Había que preparar el cerdito asado para la cena para cerca de sesenta personas que iban a participar en la misa de medianoche. A una de las señoras le encomendaron entretenerme y darme conversación mientras las otras trabajaban. Me hablaban de las virtudes de Noé y hasta me dijeron que si venía para cambiarle de destino, la iban a armar. El cochinillo era de producción parroquial, Noé se preocupó de alimentar a dos cerditos para sanear la economía. Pasaron los tiempos en que los católicos iban a la iglesia por la noche sin hacer ruido para celebrar la Navidad, ahora lo hacen con libertad, fraternidad y mucha alegría. Noé y yo nos quedamos a dormir en Báguanos.

 

A primera hora del día de Navidad, vino Ismael a recogerme para que celebrara la misa en Tacajó. Aquí se celebró primero la misa, mientas el cerdito se tostaba lentamente al fuego en los aledaños de la iglesia. Me llamó la atención que en la comunión se formaron dos filas, una para comulgar y la otra para los que iban a recibir sólo la bendición. Al acabar la misa agradecí a los fieles la acogida a nuestros religiosos y pedí su colaboración para evangelizar. Una señora me preguntó si podía hablar. Hablaron varias personas, manifestaron todas su agradecimiento por tener en la parroquia a Ismael, decían que era una bendición, un ángel para el pueblo e incluso un hombre dijo que era como un cubano más. Al acabar la misa, el almuerzo de Navidad: se repartió arroz, cochinillo y pastel a todos los participantes. Después recogimos a Noé y regresamos a Antilla, donde reside la comunidad. Por la tarde Joel y Noé se quedaron a preparar la cena, mientras que los demás estuvimos en la parroquia para ver una representación navideña en la que participaron alrededor de cuarenta niños y adolescentes. Jairo consiguió atuendos para María, José, los ángeles, los pastores, Herodes y los Reyes. Concluimos el día con las vísperas en común y la cena.

 

Teníamos que ir a la plaza para comunicarnos por internet, sin whatsapp, sin redes sociales, sin llamadas. Un cambio poco habitual para mí. En Cuba la convivencia con los hermanos daba otro aire a la vida. Diez días dan mucho de sí. Los diálogos comunitarios nos ayudaban a discernir y eran nexo entre la realidad y los sueños.

 

El día 27 fuimos a Velasco para participar en la misa y el convivio diocesano de Navidad junto con el Obispo, los sacerdotes, religiosas y dirigentes de la pastoral de la diócesis de Holguín. Al día siguiente, celebramos el cumpleaños de Joel dando una vuelta por la playa de El Ramón. El día 29 vino Monseñor Emilio, el obispo de Holguín, a Antilla, se reunió con nosotros y se quedó a comer. Terminamos el año con una eucaristía en comunidad y después de cenar tuvimos uvas agraz de la parra del patio. El 1 de enero, después de las misas en las parroquias, llegamos a la catedral repleta de fieles. Allí se iniciaba las celebración los cuarenta años de la diócesis. Al día siguiente Juan Pablo y yo partíamos para Panamá, cenamos en la casa del Obispo. Había tortillas mexicanas y turrón español.

 

Al salir de Cuba, la grata experiencia vivida deja su huella en el corazón. Navidad es Navidad. En Cuba y en todas partes la alegría, la esperanza y la paz brotan del fondo del corazón al contemplar al Salvador.

 

Miguel Miró OAR – Prior general de la Orden de Agustinos Recoletos