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Una mártir agustina recoleta por la causa indígena en Brasil

Se han cumplido 34 años del asesinato de la misionera agustina recoleta Cleusa Caroina Rody Coelho en Lábrea. Tuvo lugar el 28 de abril de 1985, mientras viajaba en un bote por el río tras visitar una de las comunidades indígenas

La Hna. Cleusa nació el 12 de noviembre de 1933, en la ciudad de Cachoeiro de Itapemirim, provincia  de Espíritu Santo, Brasil, donde pasó su infancia y juventud. Al concluir el (curso de Magisterio) fue condecorada con la medalla de mejor alumna del colegio y recibió también del gobierno de la Provincia, el premio de poder trabajar como maestra sin hacer examen de concurso.

Fue precisamente en este momento cuando la joven Cleusa hace la opción de dejar todo e ingresar en la vida Religiosa. Habla con los padres Agustinos de su ciudad y después de recibir el Sacramento de la Confirmación, ingresa en la Congregación de las Misioneras Agustinas Recoletas. Con tan solo 20 años de edad, emite los votos religiosos.

Cinco meses después –en marzo de 1954– es enviada a la misión de Lábrea, en el interior del Amazonas. Ahí, junto con otras tres religiosas, trabaja en la educación, en la catequesis, en la atención al pueblo en sus innumerables necesidades. Experimenta las dificultades  del clima, del aislamiento, de las distancias, de la falta de lo necesario frente a estos y tantos otros retos, Cleusa siempre tenía una sonrisa y una palabra de confianza en Dios de que la misión daría fruto.

Después de algunos años en la misión  es enviada a la ciudad de Colatina, Espíritu Santo, donde emite los votos perpetuos y posteriormente sigue para  Vitoria, la capital de la Provincia, para trabajar en el Colegio Agustiniano que estaba iniciando. En esta época hace el Curso de Letras Anglo-germánicas en la Universidad Federal de Espíritu Santo, participa de la coordinación de la JUC (Juventud Universitaria Católica) y nuevamente es homenajeada como la mejor alumna.

De ahí en adelante, Vitoria, Manaus y Lábrea serán los lugares donde Cleusa viviría su donación al servicio del Reino. Fiel a sus compromisos tanto de maestra, directora del Agustiniano (Vitoria) y “colegio Santa Rita” (Lábrea), como en el servicio a las parroquias y Conferencia de los Religiosos, Cleusa concilia el tiempo para hacer presencia entre los más necesitados.

En Vitoria visitaba con mucha frecuencia  el Hospital con la finalidad de descubrir enfermos inmigrantes, para ver si necesitaban  algo, o simplemente lo hacía para conversar, a fin de que no se sintieran  solos. Hablaba  el  inglés, francés, italiano, español y un poco de alemán, lo que le permitía confortar a los enfermos extranjeros. En Manaus daba atención a los niños de la calle, drogadictos, encarcelados…

En una de sus cartas dice: “En Navidad y Año Nuevo tuve la compañía de algunos  chavales, liberados de la Delegación de Menores. Allí ayudaron a limpiar la Iglesia: hicimos fiesta juntos por la noche. Una experiencia interesante: compartir con los pequeños marginados, sentirse hermana de ellos, oírlos, comprenderlos. Después de esto ya volvieron a la cárcel varias veces, mas saben que cuentan con una…”

En otra ocasión Cleusa dice: “Cristo es el ofendido, el marginado, el perseguido en la persona del pequeño, nuevamente expuesto al hambre y a otros daños peores…”

En 1979 retorna a Lábrea por  tercera vez, donde sería martirizada. Asume la dirección del colegio “Santa Rita” y reasume los trabajos junto a sus preferidos, los empobrecidos. Luego de llegar escribe: “Mientras aguardamos la venida de otras hermanas, vamos entrando en contacto con la nueva realidad de vida y acción. Estuvimos visitando los pocos indios que aún quedan del grupo más cercano, de Apuriná: de noviembre para acá han muerto siete. Solo restan seis…algunos  enfermos… estuve en la Delegación con los encarcelados, y más tarde fuimos a ver a los leprosos y asistir a la reunión de la Comunidad de Paria de Lábrea…”.

Cleusa tenía especial predilección por los indígenas. Siempre quiso dedicarse a ellos más de cerca, por considéralos los más olvidados, abandonados y explotados y, por lo tanto los más pobres de entre los pobres. Ella misma, días antes de ser asesinada, finaliza un escrito para el CIMI (Consejo Indigenista Misionero), con las siguientes palabras: “Comprometerse con el indio, el más pobre, despreciado y explotado es asumir firme el caminar, confiando en un futuro cierto y que ya se va tornando  presente en las pequeñas luchas y victorias, reconociendo los propios valores y derechos, buscando la unión y  autodeterminación”.

El 28 de abril fue asesinada mientras viajaba en bote por el río Amazonas. La autopsia reveló que la Hermana Cleusa no sólo recibió un tiro de escopeta que fracturó su columna, sino que fue asesinada con brutalidad: «muchas costillas rotas, el cráneo fracturado, el brazo y pierna izquierdos cortados, parcialmente desmembrados de su cuerpo por instrumento cortante», dice el documento.

El proceso de beatificación de la hermana Cleusa, mártir, se inició el 2 de mayo de 1991, en la catedral de Vitória, Espírito Santo (Brasil). Su recuerdo sigue vivo en los pueblos indígenas amazónicos.