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El pintor Juan Mallol regala a la Orden un retrato del reformador de los agustinos en América

El cuadro representa a fray Vicente, sentado al escritorio y pluma en mano, en el acto de redactar las “ordenanzas” o constituciones de El Desierto de la Candelaria, cuyo convento e iglesia aparecen de fondo. Mallol lo retrata vestido de agustino, como corresponde a quien era prior provincial de la provincia de Nuestra Señora de Gracia, en Nueva Granada (Colombia), cuando se instala allí el primer brote de reforma recoleta surgido en América, el año 1604.

A espaldas de fray Vicente el pintor ha tenido buen cuidado de colocar el conocido retrato del poeta agustino Fray Luis de León. Puede sorprender esto a quien no sepa que, 16 años antes que su hermano de hábito de Colombia, Fray Luis había escrito la llamada Forma de vivir o reglamento por el que se rigieron las primeras comunidades de agustinos recoletos de España. De esta manera, y estableciendo continuidad entre sus miradas, Juan Mallol subraya la unidad entre ambos legisladores y augura un proyecto de vida que se prolongará durante siglos hasta el día de hoy. Todo ello queda perfectamente explicitado en la leyenda de sabor antiguo que se añade al pie del cuadro.

No es éste el primer retrato que Juan Mallol dedica a fray Vicente. En realidad, entre el artista catalán y el fraile valenciano del siglo XVII existe una relación de parentesco que al primero le ha llevado a ocuparse de su pariente en varias ocasiones. Más aún debido a la curiosa coincidencia de haber vivido los dos en Colombia.

La Popa

Igual que ahora ha donado este retrato al convento de El Desierto, en julio de 2006 Juan Mallol entregó otro también al convento de La Popa, en Cartagena de Indias. En aquel cuadro, que se inspiraba en pinturas antiguas, representaba a fray Vicente en otra de sus facetas, como misionero y autor de un catecismo en lengua chibcha. Además, aquella obra formaba parte de un conjunto de pinturas que representan un homenaje al convento recoleto de La Popa: tres de ellas se dedicaban a cada uno de los tres mártires agustinos recoletos del Urabá (1632) y otros dos cuadros mostraban panorámicas centradas sobre el cerro de La Popa, que actúa sobre la Inspiración de Mallol como auténtico polo magnético.