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Del grito de ‘hosanna’ al grito de ‘crucifixión’

La entrada de Jesús en Jerusalén cambio el curso de la historia por lo que en esa ciudad ocurriría días después. Así lo cuenta en este artículo el agustino recoleto Miguel Ángel Espinosa

A lo largo de la historia se recuerda a determinadas personas que ingresaron en una determinada ciudad y que con su entrada en dicha ciudad cambiaron el curso de la historia de esa ciudad, se puede pensar en Constantino quien entró en Roma por el puente Milvio en el 312 d. C. y de su victoria que consiguió el senado mandó construir un Arco triunfal; o la importancia de las puertas y de las murallas en las ciudades medievales; qué decir de las conquistas como aquella de Tenochtitlan en 1521 donde se recuerda incluso el lugar del “paso de Cortés”; o la entrada de las tropas italianas en 1870 en la ciudad de Roma para unificar la nación italiana. Cada entrada de ciertos personajes importantes en determinadas ciudades ha cambiado el curso de su historia.

La Iglesia celebra hoy la entrada de Jesús en Jerusalén. ¿Qué implicó esta entrada en la ciudad de Jerusalén? Conmemoramos y celebramos en un ámbito religioso un hecho histórico con una mirada de fe ¿Hasta qué punto la entrada de Jesús en Jerusalén en la primera mitad del siglo I d.C. cambió el curso de la historia? ¿Qué efectos sociales, religiosos y políticos tuvo dicha entrada? No es fácil conocer los efectos socio-políticos que tuvo este ingreso en la ciudad, ya que las noticias del año 30 al año 70 en Jerusalén son escasas. La entrada de Jesús en Jerusalén tuvo consecuencias para la historia universal, más allá de la Jerusalén del siglo primero.

Sabemos que al poco tiempo de ingresar en Jerusalén la opinión pública en torno a Jesús cambió radicalmente; la sociedad que le aclamaba “hosanna” al ingreso de la ciudad en poco tiempo lo rechazaría diciendo “crucifíquenlo”. ¿Cuáles fueron los factores religiosos y políticos que llevaron a mover a la masa social en contra de Jesús? ¿Por qué la opinión publica cambió tan drásticamente en tan poco tiempo? En esa época no existía muchos medios de comunicación como hoy, no había periódicos, no había imprenta ni papel; ¿Qué factores políticos y religiosos influyeron en este cambio de posición respecto a la figura de Jesús? ¿Qué intereses buscaban conseguir las autoridades judías y romanas con la muerte de Jesús?

Para responder a esta pregunta se puede tener en cuenta que las autoridades religiosas de Jerusalén eran opuestas a la persona de Jesús y a su mensaje, la violación de normas tan estrictas como la de guardar el sábado o el simple hecho de que Jesús manifestase signos que lo testimoniaban que era Mesías era algo que las autoridades judías de su tiempo no aceptaron. Surgen así acusas religiosas contra Jesús principalmente por decir que era Hijo de Dios. Las autoridades religiosas deciden matar a Jesús y buscan falsas acusas para llevarlo a la Cruz, la traición de uno de sus amigos, el arresto de Jesús por la noche, el juicio religioso y político. ¿Qué acusación podía llevar a un inocente al peor de los suplicios? Las autoridades religiosas de Jerusalén lograron convencer a las autoridad romana de una acusa, el ser el “rey de los judíos”, este fue el motivo de su crucifixión.

Hoy los cristianos de todo el mundo recordamos y celebramos con una mirada de fe la entrada de Jesús a Jerusalén, pero no se celebra el simple hecho histórico, sino que sobre todo celebramos lo que significó este hecho y sus consecuencias para nuestra fe. La entrada de Jesús en Jerusalén responde a un plan de salvación que atraviesa la historia de la humanidad, Jesús entra en Jerusalén para llevar a cabo una entrega de sí mismo por el perdón de los pecados de la humanidad; la entrada de Jesús en Jerusalén sólo se comprende en una dinámica de fe que implica la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Así, el ingreso en Jerusalén, que celebramos y repetimos con palmas y cantos al Hijo de David es el primer momento del paso del Señor a través de la historia; se trata de la Pascua del Señor experimentada en su Pasión, Muerte y Resurrección; celebrada por los cristianos de todos los tiempos, de todo el orbe.

Por Miguel Ángel Espinosa