Actualidad | Destacados portada | Otras noticias

El Adviento según San Agustín: “Temo a Cristo que pasa y permanece”

Nos equivocaríamos si pensáramos que san Agustín celebraba el Adviento, y que cada domingo en la Basílica de Hipona se iba encendiendo una vela en la gran corona de Adviento que había sido colocada en el lugar más visible de la misma. 

No obstante, aunque san Agustín no celebraba litúrgicamente el tiempo del Adviento, no por eso sus obras y su pensamiento son ajenas a la idea teológica y espiritual del adviento de Cristo. De hecho san Agustín, en consonancia con lo que nos recuerda la liturgia actual en los primeros días del Adviento, nos  habla de tres “Advientos” de Cristo, de tres venidas del Señor. 

En primer lugar, para san Agustín es claro que Cristo es aquel que no solo vino en la historia para salvar a los hombres, y que vendrá al final de la misma como juez, sino que también es el que continuamente viene al encuentro de todo creyente para invitarlo a aceptar la salvación que viene de Dios. De aquí la idea e imagen del Cristo que “pasa”, que camina y acompaña a la humanidad en su propia historia, y que pasa al lado de la vida y de la historia de todo hombre para invitarlo a la salvación. 

Así pues, además de esa venida continua de Cristo en la economía de la salvación, hay otras dos venidas de Cristo a las que san Agustín se refiere explícitamente con la palabra latina “adventus”, que se puede traducir como la “venida” o “advenimiento”.

La primera de estas venidas no puede ser otra que la venida histórica de Jesús en carne mortal, cuando por el misterio de la Encarnación, Cristo descendió a los hombres para rescatar al género humano del pecado y de la muerte, haciéndose hombre en las entrañas de la Virgen María:

Por tanto, creemos en dos venidas (adventus) del Señor: en una pasada, (…) y otra futura (…). 

Existe también otra venida, otro adviento futuro de Cristo al final de los tiempos en el juicio final, en donde todas las naciones serán congregadas en su presencia, y se hará la separación de los buenos y los malos.

Por tanto, como creemos en dos venidas del Señor: en una pasada, la cual no advirtieron los judíos, y en otra futura, que unos y otros esperamos, y como ésta, que los judíos no entendieron, aprovechó a los gentiles.

Un interesante detalle es que san Agustín, a estas dos venidas de Cristo, añade un juicio que le corresponde respectivamente a cada una de ellas. De este modo, a la venida histórica de Jesús, al nacimiento de Cristo en Belén (Mt 2, 1), como comienzo de la obra de la redención, le corresponde un juicio oculto. A la venida al final de los tiempos, le asigna san Agustín un juicio manifiesto (Mt 25, 31-46).

Si alguno recapacita, observará que dos juicios se insinúan también en la Escritura: uno oculto, otro manifiesto. El oculto se lleva a cabo ahora, (…) por el cual ahora cada uno de los hombres o es atormentado para que se purifique, o es avisado para que se convierta, o, si desprecia el llamamiento y la enseñanza de Dios, se ciega para condenarse. El juicio manifiesto, al cual ha de venir el Señor a juzgar a los vivos y a los muertos, (…)

De este modo, todas las personas son ahora juzgadas en lo que llama san Agustín el juicio oculto, pues reciben algún sufrimiento como una invitación a la purificación, o bien son advertidas para que se conviertan y se dispongan a cambiar su vida antes de que llegue el  juicio final o manifiesto. De hecho, estos elementos son parte de la enseñanza y del llamado de Dios, como señala san Agustín. 

Sin embargo quien se cierra en sí mismo y no puede percibir la utilidad de la purificación a la que deben llevar los sufrimientos, o bien la conversión en donde debe desembocar la advertencia (Mt 4, 17), son cegados, y se disponen a ser condenados en el juicio manifiesto, es decir, en el juicio final:

El juicio oculto es el castigo por el cual ahora cada uno de los hombres o es atormentado para que se purifique, o es avisado para que se convierta, o, si desprecia el llamamiento y la enseñanza de Dios, se ciega para condenarse.

Por todo ello, san Agustín nos invitaría a vivir toda nuestra vida como un largo Adviento, ya que vivimos entre la primera venida histórica de Cristo (su nacimiento), y la última venida al final de los tiempos. San Agustín nos invitaría a vivir con vigilancia y siendo conscientes del paso de Cristo por nuestras vidas, para poder alcanzar la salvación (Mt 24, 42).

Enrique Eguiarte OAR

X