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Jesucristo, sacerdote y siervo

El agustino recoleto Juan Pablo Martínez escribe el sexto artículo de Formación Permanente 2020 que analiza la figura de Jesús como servidor que se entrega por completo.

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El sexto artículo del programa de Formación Permanente 2020 aborda el servicio de Jesús a los discípulos y a los pobres. El agustino recoleto Juan Pablo Martínez escribe el documento que recoge una reflexión sobre la entrega de Jesús, siempre al servicio. En el lavatorio de pies no hay solo un gesto de respeto a sus discípulo sino también un mandato: «Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes». A lo largo de la 24 páginas el autor expone algunos de los hechos de Jesús en los que demuestra su servicio.

Introducción

“Todo el culto cristiano deriva del sacerdocio de Cristo”, y el auténtico amor cristiano encuentra en este el modelo perfecto de diakonía porque “no se trata solamente de una acción, sino de una atmósfera en la que respira el creyente y donde halla la fuerza para amar y servir a sus semejantes: es un amor de entrega, hecho comunicación y sacrificio”. Como Sumo Sacerdote, Jesucristo ofreció al Padre el sacrificio mediante el cual realiza, de forma suprema, la glorificación de Dios y la santificación de los hombres. Es el inicio de la nueva y eterna alianza, sellada con su propia sangre, que se derrama para la remisión de los pecados de toda la humanidad (cf. Mt 26,28).

Su sacerdocio, dice la Carta a los Hebreos, no es igual al levítico: no tiene principio y ni final, ni genealogía y ni muerte (cf. Hb 7, 1-10). Jesucristo ha sido constituido sacerdote mediante una proclamación solemne y jurada, y su sacerdocio es de un género y orden diferentes, asemejado más al de Melquisedec, quien recibe la ofrenda de Abrahám y a quien este pide su bendición sacerdotal (cf Gn 14, 18-20). Por su glorificación tras su pasión y muerte, Jesucristo se constituye en el sumo, eterno y perfecto sacerdote (cf. Hb 7,28), que realiza en la liturgia sagrada de la Iglesia el sacrificio de la Nueva Alianza.

El servicio es una misión de Jesús que forma parte de su identidad. De ahí que quiera que sus servidores opten por el amor tal como él lo practica: un amor-caridad efectivo y no solo afectivo. En los evangelios se advierte que enseñó a sus discípulos que la grandeza de su misión no estaba en el buscar puestos de honor o de autoridad, como los poderosos de su tiempo, sino en el servicio desinteresado a todos, sin diferencia alguna (cf. Mc 10,35-45). Esta quiere que sea la norma distintiva de su comunidad y, «como modelo de este comportamiento que pide a los suyos, Jesús no duda en ofrecerse a sí mismo, interpretando toda su obra en clave de servicio, un servicio sin límites que llega hasta la entrega de la propia vida en favor de los demás».

De otra parte, notamos que Jesús no solo participó en banquetes o invitó a otros a comidas presididas por él, sino que asumió la función de sirviente o diákonos, cumpliendo lo que dice: “Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve” (Lc 22, 27). Su diaconía aparece como un verdadero servicio al banquete del Reino, por el que se expresa de forma excelente la salvación de Dios, pero también la comunión y fraternidad humanas en torno a su persona5. Sus palabras, y sobre todo su ejemplo, son una advertencia dirigida a los poderosos de la tierra para que acepten este servicio como un rasgo de poder en la comunidad cristiana6: “En esto conocerán que son mis discípulos” (Jn 13,35).