Una palabra amiga

Los eversores modernos

El autor menciona y desarrolla varios ‘eversores’ de la actualidad; es decir, las cuestiones que irrumpe en la normalidad y la agitan.

El día del maestro me tocó explicar a los profesores agustinianos la trayectoria de san Agustín como educador, charla modo virtual en estos tiempos de zoom y de casi vida on-line. Uno de los docentes expresó que veía muy actual y preocupante el asunto de los “eversores”, que se centra en aquellos grupos vandálicos que irrumpían en las aulas de Cartago “arrancando” a los alumnos de su espacio educativo sembrando violencia en el ambiente con lo que se imposibilitaba el normal desarrollo de las explicaciones de los retóricos o maestros de aquella urbe amiga de la cultura. Agustín vivió de cerca y muy en carne propia estos males, de manera que en las Confesiones vierte con palabras agrias la condena hacia estos perturbadores del orden que tenían a gala el ser motejados con el calificativo siniestro de “eversores” (Cf. Confesiones, III, 3,6).

El profesor siguió comentando que hoy día, en nuestros colegios y en los sistemas educativos del siglo XXI se dan también eversores (personas, acciones, estamentos e ideologías) que sacan a los alumnos de su espacio educativo natural y propio impidiéndoles su proceso armónico en un camino formativo equilibrado y en paz. Al hilo de sus sugerencias, describiré aquí dos acciones “eversoras” que me parece afectan a la educación de nuestros días.

El primer eversor es el alejamiento. El más visible efecto de los modernos “eversores” es el alejamiento del maestro, signo que hacemos extensivo a las instituciones educativas como habitat natural de la enseñanza. En efecto, hoy por múltiples circunstancias, el alumno se ve “sacado” del aula para realizar sus estudios vía on-line, a distancia, solución técnica oportuna que está paliando los males ocasionados por el coronavirus en el campo de la educación, pero que no deja de producir un síndrome de orfandad en el joven discente. ¿Se corregirá esta deficiencia cuando haya pasado la pandemia? Estamos avisados de que este alejamiento del alumno respecto al maestro viene siendo una constante desde tiempo atrás, situación que probablemente va a incrementarse tras la crisis del covid-19 que ha impulsado la gama de estudios “a distancia”. Orfandad de la presencia directa y cálida del profesor, carencia de la interacción emocional con la persona que es precisamente su guía para adquirir contenidos y también para aprender a vivir. La cercanía afectiva, las experiencias transmitidas y la voz cálida de la profesora o del maestro en el aula son caminos empáticos que fomentan las habilidades socioemocionales del joven como lo indica el propio san Agustín, cuando escribe: “Los maestros, efectivamente, se ofrecen como modelos que imitar, y es esto mismo lo que ellos llaman enseñar” (La música, 1,4,6).

El segundo eversor en la educación actual es el expolio, expolio del espíritu. Se trata de una fuerza distorsionante que despoja al propio alumno de lo mejor de su ser. Este eversor, -compuesto con moléculas de modernidad, cientificismo, consumismo, racionalismo-, ha saqueado la mente del estudiante impidiéndole cualquier pregunta relacionada con lo trascendente. La cultura modernista con su séquito de expoliadores, ha ido borrando de los jóvenes y de los no tan jóvenes cualquier reminiscencia de Dios y toda huella de lo sagrado. Se ha invadido el interior del joven para expulsarlo de sí mismo. El sujeto educativo ha sido vaciado de su alma. En definitiva, los eversores del siglo presente apuntan su actividad hacia el corazón para arrancar de la persona su propia esencia, la interioridad.

Las claves, por tanto, son dos: alejamiento y usurpación. Según esto, se observa una tendencia en el campo de la enseñanza que va ganando espacio: el desplazamiento hacia una educación a distancia, despersonalizada, prescindiendo de la relación personal con el maestro y con el ámbito natural educativo, ámbito de seguridad confiable para el espíritu humano. Y, más agresiva aún, persiste una fuerza eversora que se aplica a la deshumanización del propio hombre.

Ortega y Gasset, viendo cómo la pintura, la arquitectura y las formas creativas del siglo XX se distanciaban de lo que hasta entonces se había considerado como sentimientos humanos normales y sanos, escribió un original ensayo: La deshumanización del arte. ¡Atención! En esta primera fase del siglo XXI está activa una inercia mundial empujada por modernos eversores que conducen la educación hacia una etapa que vislumbramos como “La deshumanización de la enseñanza”.

Lucilo Echazarreta OAR