Una palabra amiga

Promoción vocacional en pandemia

El autor muestra su preocupación por el futuro a corto plazo de la promoción vocacional en tiempos de pandemia, con restricciones y dificultades para acercarse a los jóvenes. 

La promoción vocacional siempre ha sido un reto y un desafío, sobre todo, para los que trabajan directamente en ella. Buscar personas que se enamoren de Jesús dentro de la vida religiosa, de comunidad, nunca ha sido fácil; ya que el mundo nos tira más hacia una realización individual y la búsqueda de prosperidad en bienes materiales, sin embargo, si estamos convencidos de la importancia de nuestra vocación, no descansaremos en animar a otros a seguir nuestro estilo de vida en el seguimiento del Señor.

El haber sido encargado doce años promotor vocacional, y otros dieciséis, de orientador local, me ha llevado a tener unos principios muy claros que quiero compartir con nuestros lectores; directrices que figuran también en el Plan de Pastoral Vocacional de la Orden.

1.- El promotor vocacional tiene que tener siempre las antenas abiertas, levantadas, para que allí donde surge un atisbo de vocación acuda pronto a encaminarla. En este campo, como en el de la caza, donde menos se espera salta la liebre (vocación).

2.- El seguimiento de los “vocacionables” tiene que ser constante; es decir, preocupándose por ellos en sus estudios, problemas familiares, etc. A mí, un hermano de comunidad me decía que yo los “perseguía”. Yo me reía y le decía que tenía mucha razón.

3.- El promotor, y también el orientador, tiene que animar al joven que siente algo de vocación a relacionarse con una comunidad religiosa concreta, o sea, de un determinado lugar. Si esta comunidad es abierta y acogedora, será miel sobre hojuelas para que el joven se anime en ingresar al “santo propósito”.

4.- La visita a las familias es un paso previo y necesario antes de hacer ingresar al futuro seminarista. Contar con el apoyo de la familia es muy importante, si no el joven tendrá que vencer muchos obstáculos. En tiempos pasados, no muy lejanos, para ir a visitar a las familias lo hemos hecho en combi, en moto y a caballo por malos caminos. Este pequeño sacrificio bien valía la pena para lograr una vocación. Con la familia puede suceder lo que dice nuestro Padre: “A un joven le agrada servir a Dios, le desagrada al padre; se opusieron entre sí. Este promete la herencia terrena, aquél ama la celestial; el uno ofrece, el otro elige. No piense el padre que se comete injuria contra él. Sólo Dios es antepuesto a él, y, sin embargo, litiga con el hijo, que quiere servir a Dios” (CS 44,11).

5.- Las técnicas y modalidades son muy cambiantes debido a las circunstancias. Antes empleábamos textos escritos en fichas, vg. Agustinismo en 20 lecciones”, test vocacionales, el libro Estados de Vida, etc. hoy, por efecto de la pandemia, se hace necesario emplear el Watsapp, el Facebook, el Instagram, el Google meet, o el Zoom, sin embargo, no se puede olvidar que siempre será necesario participar en jornadas o retiros vocacionales organizados en la parroquia o en el propio colegio. Lo virtual, complementa, ayuda, pero no puede quitar el contacto físico o presencial.

6.- No vale nunca desanimarse. Si te has propuesto llevar a cabo una Jornada y has invitado a 20 jóvenes, pero luego te llegaron sólo cuatro, no te desanimes y trabaja con esos cuatro, de los cuales quizás sólo se quedará uno, pero suele suceder que después ese uno, atrae a otro que resulta más bueno que él.

7.- Acompañamiento personalizado. Sí, pero también grupal, porque es en un paseo, en una convivencia o en el mismo deporte donde mejor se le conoce al candidato a la vida religiosa. Y en el grupo es donde se aprende a vivir luego en comunidad.

8.- Hacerle participar en la vida parroquial. Si se puede, con un compromiso social. El joven en seguimiento puede colaborar de acólito o monaguillo, en trabajos de llevar comida a los necesitados, de hacer una actividad a favor de un compañero que ha tenido una desgracia, de catequesis…etc.

9.- Trabajo en equipo y misión compartida. El plan de pastoral vocacional nos dice esto mismo en la página 9. Lo cual significa que uno tiene que estar apoyado por un equipo de animación vocacional y de compartir la misión evangelizadora con otros hermanos en catequesis, liturgia o en apostolado social.

Me da la impresión que la pandemia va a traer más dificultades a la pastoral vocacional, porque sí los jóvenes antes se acercaban poco a la iglesia, ahora van a tardar en acercarse nuevamente. Al no haber tenido jornadas, convivencia o retiros, el conocimiento de los muchachos no ha podido ser tan satisfactorio. Pero, al mismo tiempo, esto nos tiene que prevenir tanto a los orientadores y promotores vocacionales, como a las mismas comunidades, que hemos de trabajar más firmemente en echar las redes porque es el Señor quien nos dice: “Duc in altum”. El promotor tiene que estar convencido de la grandeza de la llamada que Dios le ha hecho a vivir en comunidad de hermanos, tal como san Agustín nos lo enseña: “Con el ahínco que puede exhorto a otros a ese compromiso, y en nombre del Señor tengo compañeros que lo han aceptado, convencidos por mi ministerio” (Ca 157,4,39). A nuevos problemas, levantemos las antenas y empleemos nuevos caminos y nuevas técnicas porque, sólo un cristiano o religioso convencido, puede convencer a los demás.

Ángel Herrán OAR