Una palabra amiga

Verdad y poesía

En la línea de la directriz de 2021, el autor reflexiona sobre cómo la poesía conduce al conocimiento de la verdad.

La verdad no solo es racional sino también relacional. Por eso dedicamos este año en la Orden a la creación de plataformas de encuentro movidos y unidos por el corazón inquieto en busca de la verdad, que siempre será el punto de encuentro. Desde esta perspectiva, la verdad lleva en sí el don esencial de la unidad. Contiene, además, el don de la belleza; por eso dijo Platón que la belleza es el resplandor de la verdad. La verdad, metro en que se mide constantemente y es medida la persona humana, ofrece, pues, dimensiones que desbordan la mera cara epistemológica ofreciendo de modo polifacético la bondad, la unidad, la belleza y la unidad como realidades que manan de la misma fuente. En cierto modo, la verdad es poética, o sea, hay que ir creándola y recreándola, mirándola y descubriéndola para poder apreciar las distintas caras del poliedro. Platón, gran pensador poeta, identificó el oficio de filósofo, buscador de la verdad, con la labor de ser partero de la misma.

La verdad es punto de encuentro. Esta afirmación es arriesgada, pero hay que apostar por ella. ¿Qué significa? Significa que la vemos desde muchas perspectivas, y que cada persona la mira desde su atalaya, pero no por eso permite que se desfigure su autenticidad, porque la verdad no se deforma como un chicle alargándose acomodaticiamente al gusto de cada espectador, sino que es la fuerza de su ser esencial la que atrae a cada concurrente o estudioso y lo va acercando al punto de encuentro. De esta manera, los hombres alrededor de la verdad, como en un enorme círculo de distintas miradas, van acercándose al eje esencial atraídos por el imán de la verdad. Esta fuerza magnética es atractiva y unificadora, atrae con la suavidad del bien, con la dulzura de la bondad, con la luz de la belleza y con el regalo de la unidad.

Si esto es así, entendemos la invitación de san Agustín: “La verdad no sea ni mía ni tuya, para que sea tuya y mía” (Comentario a los salmos, 103,2). Para que esto suceda, se necesita ir cerrando el círculo de las perspectivas distantes y todos unidos ir acercándonos a la verdad que como fuego en el centro del hogar atrae y unifica a los hermanos. Agustín –también excelso pensador poeta- lo expresa magistralmente: “La verdad es común para todos. Pues no es mía ni tuya, ni de éste o de aquel; es común para todos. Y quizá se halla en medio para que alrededor de ella estén todos los que la aman” (Comentario a los salmos, 75,17).

La verdad se hermana con la poesía. Veamos lo que Antonio Machado el poeta profesor de filosofía, nos dice en sintonía con el pensamiento agustiniano:

“¿Tu verdad? No. La verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya guárdatela”.

Ni tuya ni mía para que podamos encontrarnos en el punto eje de donde podrá surgir la diversidad de los radios. “Y ven conmigo a buscarla”, es afirmar que ya el mero hecho de buscarla juntos es un gran fruto.

Pero cuando las “perspectivas” personales se convierten en pseudoverdades y degeneran en cerrazón, en opinión inamovible, en verdad manipulada… entonces la persona no busca la verdad. El núcleo de veracidad queda fragmentado y surgen la falsedad y la mentira. También el poeta filósofo advierte contra las “medias verdades ”, que en nuestra sociedad liquida quieren bautizar como ”verdades alternativas” y que forman la llamada “sociedad de la posverdad”, y nos advierte con gran realismo en sus “Proverbios y cantares”:

“¿Dijiste media verdad?
Dirán que mientes dos veces
si dices la otra mitad”.

Antonio Machado tiene también intuiciones de psicólogo, cuando nos hace la siguiente propuesta invitándonos a huir de verdades solipsistas para, libres de espejismos, poder encontrar la salud del alma en la comunión:

“En mi soledad,
he visto cosas muy claras
que no son verdad”.

Verdad y poesía caminan juntas, porque ambas son palabra esencial. Machado definió la poesía como “palabra esencial en el tiempo”. Agustín acuñó el misterio con esta esencial palabra iluminada: “La verdad es el alimento del alma”, (Cartas, 1).

Lucilo Echazarreta OAR