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Tres tesoros arquitectónicos de los Agustinos Recoletos

Tres edificios que pertenecen a la Orden de Agustinos Recoletos ostentan el reconocimiento de bienes de interés cultural por su singularidad y belleza.

La Orden de Agustinos Recoletos tiene en España, Colombia y Filipinas tres edificios que sobresalen del resto. Por su historia, por su singularidad, por su belleza o por el arte que encierran, estos tres tesoros arquitectónicos son algunos de los principales atractivos del patrimonio de los Agustinos Recoletos. Dos de ellos han sido reconocidos como Patrimonio de la Humanidad y el otro estuvo en la lista de tentativas para serlo. Son monumentos cargados de historia y únicos en el mundo. En ellos conviven el arte y el carisma agustino recoleto. Los monasterios de San Millán de la Cogolla (España) y de la Popa (Colombia), y la Basílica de San Sebastián de Manila (Filipinas) son joyas extraordinarias e inimitables.

La cuna del castellano

La construcción del actual Monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla (La Rioja, España), se iniciaba durante el abadiato de Fr. Miguel de Alzaga, O.S.B. (1503-1506). En él residieron los benedictinos hasta su expulsión definitiva, el año 1835. Los primeros agustinos recoletos —Fr. Toribio Minguella, Vicario provincial en España; Fr. Íñigo Narro, Prior del nuevo colegio, y el hermano Fr. Félix Barea— llegaron a San Millán de la Cogolla el 25 de mayo de 1878. Buena descripción de aquel monasterio la ofrece un periódico madrileño cuando informa de este hecho en escrito, con un titular sin duda elocuente: «Un convento más y una ruina menos». El monasterio comienza la nueva andadura como centro de formación para la Congregación de Agustinos Recoletos. Dadas las condiciones ciertamente precarias, fueron necesarias y urgentes importantes obras de reparación para lograr una habitabilidad digna.

Tras el Capítulo general del año 1829, celebrado en Calatayud, Zaragoza, el Monasterio de San Millán fue la sede del Capítulo general siguiente, celebrado en 1908. Lo  presidió el entonces Nuncio en España, Mons. Antonio Vico, y en aquel resultó elegido por unanimidad Vicario general Fr. Enrique Pérez. Cuando el 1 de octubre de 1948 se crea la Provincia San José, el Monasterio de San Millán primeramente cumple las funciones de colegio apostólico, y de casa noviciado en las décadas siguientes.

El año 1973, el Monasterio de Yuso alcanzaba fama extraordinaria, con resonancias nacionales e internaciones: se celebraba el XV Centenario del nacimiento de san Millán. Era, también, ocasión extraordinaria al hacer coincidir los 1.500 años del santo con el milenario de la lengua española, que se originaba dentro de los muros del monasterio emilianense. El eco de esta celebración fue el pistoletazo de salida, para presentar y merecer de la UNESCO, en 1997, el reconocimiento de los Monasterios de Suso y Yuso como Patrimonio de la humanidad. A partir de esa fecha, la comunidad religiosa desarrolla su misión preferente en la atención al turismo y en el servicio parroquial.

No lejana la fecha en que, Dios mediante, se cumplirá siglo y medio de presencia agustina recoleta en este valle, es obligado recordar agradecidos los favores divinos a través de los santos arraigados en este privilegiado lugar. Por otra parte, firmas de renombre en la Orden y de personalidades de prestigio en los campos de la lengua, de la historia y de otras especialidades han sentido el deseo de venir y dedicar su tiempo y saber a contenidos relacionados con la vida y obra de los moradores de este entorno. Y es que, antes de la invitación de Don Gonzalo de Berceo, cual promotor turístico,  a visitar este lugar como entorno «apetecible», a mediados del siglo VII el futuro arzobispo de Toledo, san Eugenio, con fe y sentido pastoral nos decía: Huc festinus agat devoto pectore cursum, a fin de alcanzar, en Suso, de rodillas junto a la tumba del santo, la salud espiritual y la sanación también de los males del cuerpo.

Pedro Merino OAR

Coronando Cartagena

Los orígenes del Convento de Nuestra Señora de la Candelaria de la Santa Cruz de la Popa (Cartagena, Colombia), hunden sus raíces en una experiencia eremítica que, desde finales del siglo XVI, se vivía en un idílico vallecito, a orillas del río Gachaneca. En aquel sitio conocido como El Desierto de la Candelaria, se reunió un grupo de ermitaños quienes, después de entrar en contacto con el padre Mateo Delgado y las autoridades de la naciente provincia religiosa de la Orden agustiniana Nuestra Señora de Gracia, dieron vida al convento Nuestra Señora de la Candelaria. Esto sucedió entre 1597 y 1604.

Con el paso del tiempo y el creciente número de personas que entraba en el convento, se tomó la decisión de buscar nuevos horizontes. En este ambiente se ubica la llegada de los religiosos agustinos recoletos a Cartagena de Indias, hacia 1606, para dar comienzo, después de varias gestiones, tanto civiles como eclesiásticas, al convento de La Popa.

La historia afirma que el lugar escogido para estar en sintonía con los ideales de la recolección agustiniana era un cerro que se veía a la distancia de lo que en aquel entonces era Cartagena. Para iniciar el proceso edilicio, además de los permisos requeridos, era necesario desmontar un lugar de culto ancestral, y allanar un terreno, porque era la única montaña de los alrededores. Actualmente solo es posible imaginar las dificultades que esta construcción traía consigo.

A medida que se iban superando unas dificultades, y ya con el asentamiento de los religiosos en el cerro tutelar, hubo que afrontar otro tipo de problemas, como fue el caso de las diversas tomas de que fue objeto el convento por parte de las tropas inglesas, lo cual no eran, en sí mismas, por asuntos religiosos, sino por asuntos de estrategia militar, no en vano cerca al convento estaba enclavada una batería de defensa, cuyas ruinas aún pueden apreciarse.

A pesar de todo, desde su fundación en 1606, independiente de la línea alonsista o mallolista que se elija, el convento se convirtió en un centro espiritual que fue un referente para la manifestación de la fe de los habitantes de esta ciudad y sus alrededores, porque la devoción a la Virgen de la Candelaria se extendió por varios lugares de la costa atlántica colombiana.

Con el paso del régimen colonial al régimen republicano, el convento tuvo que afrontar diferentes situaciones adversas. La primera fue la sanción de la ley de conventos menores, que cuando no tenían ocho religiosos pedía que se cerraran; más adelante vino la crisis en cuanto al número de religiosos agustinos recoletos debido a las desamortizaciones tanto de España como de Colombia, lo cual hizo que el convento primero quedara desocupado y después fuera expropiado, a partir de los decretos que en 1861 diera el presidente colombiano de aquel entonces, Tomás Cipriano de Mosquera.

En la década de los años sesenta del siglo XX, el convento renació gracias a las decisiones tomadas por las autoridades respectivas de la comunidad de los agustinos recoletos, en Colombia, y de la asamblea departamental de Bolívar, que a través de unos convenios permitieron que la comunidad de los agustinos recoletos volviera a su convento, para lo cual fue necesario un significativo proceso de reconstrucción, dada la lamentable situación en que se encontraba después de casi 150 años de abandono.

Desde entonces y hasta el presente los agustinos recoletos han estado al frente de la administración de este convento, y han recuperado el culto a la Virgen de la Candelaria, cuya imagen fue canónicamente coronada por Su Santidad Juan Pablo II en 1986, cuando realizó su visita apostólica a Colombia.

En 1959, cuando Cartagena fue declarada Patrimonio nacional de Colombia, el convento fue mencionado en esta declaración, y 1984, cuando la “ciudad amurallada” fue declarada como Patrimonio de la humanidad por la UNESCO, el convento también fue incluido, dada su trayectoria histórica.

José Uriel Patiño OAR

La iglesia de hierro

Todo absolutamente es de acero. Así es la Basílica menor de San Sebastián, en Manila (Filipinas). De estilo neogótico, es reconocida por la UNESCO como la única iglesia de acero de Asia, y el segundo edificio prefabricado del mundo, tras la Torre Eiffel. El 16 de mayo de 2006, la basílica de los Agustinos Recoletos fue incluida en la Lista Tentativa de la UNESCO para su posible designación como Patrimonio de la Humanidad, a causa de su patrimonio cultural e histórico.

En 1880, el anterior templo que se levantaba en el mismo terreno fue destruido. Las instituciones públicas cerraron al culto el edifico -o lo que quedaba de él-. Se sugirió la posibilidad entonces de que se construyera de metal para evitar una nueva destrucción por incendios, terremotos o las termitas, que podría carcomer las estructuras. En aquel tiempo el acero ya estaba siendo utilizado en el ferrocarril, en los trenes, en los mercados públicos, pero apenas se había utilizado en la Iglesia.

El arquitecto del gran y ‘férreo’ templo fue Genaro Palacios. No obstante, según apuntan los historiadores, Gustave Eiffel -quien anteriormente había construido la célebre ‘torre Eiffel’ de París o la estatua de la Libertad de Nueva York- podría haber participado en el diseño y construcción de la iglesia. Los catálogos oficiales de Eiffel hacen referencia a un posible diseño y exportación de una iglesia en Manila en 1875, trece años antes de que empezara la construcción de la iglesia de San Sebastián. Si esto fuese cierto, esto no excluiría la posibilidad de que Eiffel hubiera diseñado la estructura metálica de la iglesia.

Cuenta con dos torres y bóveda de acero. La nave central de la basílica tiene doce metros de altura desde el suelo hasta la cúpula, y 32 metros hasta el extremo de los chapiteles. El interior de la iglesia muestra bóvedas de crucería de estilo gótico. Las columnas de acero, las paredes y el techo fueron pintados por el artista filipino Lorenzo Rocha y sus estudiantes para ofrecer una falsa apariencia de mármol y jaspe. Para decorar los interiores de la iglesia se usó la técnica del trampantojo. Fieles al espíritu gótico del templo son sus confesonarios, púlpitos, altares y cinco retablos diseñados por el también artista filipino Lorenzo Guerrero,​ así como Rocha. Las estatuas de los santos y santas son obra del escultor Eusebio García.

Nuestra Señora del Carmen -Our Lady of Mount Carmel- es para muchos filipinos la principal causa por la que acuden a la Basílica. En su interior, los Agustinos Recoletos conservan la primera imagen de la Virgen que llegó a Filipinas, regalo de las monjas carmelitas de México a los Recoletos que viajaban a la misión de Filipinas.