Sal 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Is 50, 4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.

Flp 2, 6-11: Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.

Lc 22, 14—23, 56: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

Comentarios de san Agustín a las lecturas

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR