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Las Agustinas Descalzas dejan su convento de Alcoy, después de 400 años, y se integran en el de Benigánim

El pasado día 22 de febrero, las monjas agustinas descalzas del convento del Santo Sepulcro de Alcoy (Alicante) han hecho entrega del inmueble y todas sus pertenencias a las Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo, un instituto religioso fundado en Brasil en 1984 y que hoy cuenta con más de 200 monjas repartidas por conventos de Brasil, Francia, Italia y España.

El arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, era testigo de la firma donde se sellaba el compromiso de la priora de las Agustinas Descalzas y presidenta de la Federación, Pilar Coderch Narro, con la madre María José del Espíritu Santo –Eudette Rodrigues Santana , fundadora y superiora general de esta congregación carmelita. Se ponía así en ejecución el decreto del 10 de enero de 2013 en virtud del cual quedaba suprimida la comunidad agustina descalza de Alcoy, que se fusiona con la de Benigánim (Valencia).

Con este acto, las agustinas descalzas cierran un ciclo que ha durado 416 años, desde que su primera comunidad se instalara en Alcoy el 18 de diciembre de 1597. Fundador de esta Orden religiosa fue el arzobispo y virrey de Valencia san Juan de Ribera que, con vistas sobre todo al culto eucarístico, sacó varias monjas del convento valenciano de San Cristóbal, de agustinas canonesas.

Relevo

Esta reforma se realizó en paralelo a la que, a partir de 1603, llevará a cabo en el seno de la Orden agustina la madre Mariana de San José, de la que nacerán los 45 monasterios de agustinas recoletas existentes hoy en el mundo. La reforma de san Juan de Ribera, sin embargo, sólo llegó a contar nueve conventos, casi todos en la actual comunidad valenciana. De ellos, dos (los de Denia y Almansa) pasaron a ser agustinos recoletos; y otros se han ido dejando en los últimos años: el de San Martín de Tours de Segorbe (Castellón) se suprimió en 2000; el de Santa Úrsula de Valencia, en 2001; en 2005 el de San Felipe Neri y Santa Mónica, de Jávea (Alicante); y, ese mismo año, el de San José y Santa Ana de L’Ollería (Valencia).

No significa esto que los conventos se hayan cerrado. Las comunidades descalzas han quedado suprimidas, pero se ha puesto especial cuidado en buscarles relevo y dar continuidad a la institución religiosa. El Santo Sepulcro de Alcoy no es un caso aislado. En lo que fue monasterio de Jávea trabaja ahora una comunidad religiosa de origen guatemalteco. Y el convento de L’Ollería lo ocupa en régimen de alquiler una congregación argentina.

Benigánim, el centro espiritual

Esta tarea tan ingrata como necesaria –traslados, alquileres, búsqueda de comunidades sustitutas ha sido normalmente obra del asistente de la Federación de Agustinas Descalzas, Juan Manuel Gutiérrez Díaz, agustino recoleto, siempre apoyado por la Madre Presidenta Federal, el visitador religioso de la archidiócesis de Valencia, José María Ciller, CMF, y el propio arzobispo valentino, Carlos Osoro Sierra.

Con esta supresión, la Orden de Agustinas Descalzas queda reducida sólo a dos conventos, Murcia y Benigánim (Valencia), con un total de 26 monjas. Las pocas religiosas de Alcoy se han incorporado a la comunidad del monasterio de la Purísima y la Beata Inés de Benigánim, que de alguna forma venía siendo el centro espiritual de la Orden, al proceder de aquí las dos beatas agustinas descalzas reconocidas por la Iglesia: Josefa María de Santa Inés (1625-1696) y la mártir Josefa Purificación Masiá Ferragut (1887-1936).

Podría decirse, en fin, que las agustinas descalzas de Alcoy vuelven a los orígenes. La reforma concebida por san Juan de Ribera era un híbrido de los carismas agustiniano y carmelitano, dado que el Santo dio a sus monjas la Regla de san Agustín y las constituciones de santa Teresa. Más aún, tres carmelitas descalzas guiaron a las agustinas salidas de San Cristóbal en el inicio de la descalcez. Al cabo de más de cuatro siglos, unas nuevas carmelitas vienen a continuar en Alcoy la obra de la Iglesia.

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