Una palabra amiga

De la isla de Negros a Katowice

El agustino recoleto Jaazeal Jakosalem ha participado en la Cumbre del Clima 2019 en Katowice (Polonia). En este artículo cuenta cómo los Agustinos Recoletos han luchado en el COP24 contra el cambio climático y sus consecuencias entre los pobres

¡ATENCIÓN, PELIGRO!

La reciente publicación del Informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) 2018 ha mostrado no solo cómo es necesario abordar de inmediato los impactos del cambio climático, sino que, de alguna manera, existe una advertencia global sombría:

“Limitar el calentamiento global a 1,5°C requeriría cambios rápidos, de gran alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad…”

De manera más definitiva, este Informe del IPCC destaca que el objetivo deseado a la hora de abordar el cambio climático es la defensa “las personas y los ecosistemas naturales”; de ahí que sea necesario integrar dicho enfoque para lograr, en el fondo, una sociedad sostenible y equitativa.

Necesitamos acciones urgentes y un compromiso constante por parte de los firmantes del Acuerdo de París para evitar los impactos extremos del cambio climático: las sequías más perjudiciales, el calor extremo, las inundaciones, la pobreza e incluso la escasez de alimentos.

Este aviso es alarmante. Sólo medio grado centígrado puede ser una gran diferencia, significa en realidad miles de millones de muertes de seres vivos. Aún necesitamos de ese objetivo de 1,5°C, que es asequible y factible, no demasiado ambicioso; solo así, manteniendo ese compromiso, el Acuerdo de París será relevante en nuestro contexto.

Nuestra colaboración es realmente importante, solo así se evitarán “cambios duraderos o irreversibles, como la pérdida de algunos ecosistemas”. Son necesarios esfuerzos continuos para abordar prácticas dañinas de ámbito local, como la agresión del supuesto desarrollo que ofrece la minería, la expansión agrícola desmedida, la gran industria, basado solo en la explotación de la tierra, de las comunidades y de todo el ecosistema; hay que eliminar la gran dependencia de la economía basada en combustibles fósiles (energía y movilidad, principalmente); y hemos de reconocer el fracaso a la hora de crear prácticas sostenibles de gestión de desechos y fijación de límites de consumopara que este sea sostenible y responsable.

Pueblos, ciudades e instituciones deben participar en la construcción de políticas confiables, dialogar y preguntar a sus ciudadanos sobre cómo conseguir esa «transición verde» en la agricultura, la energía, la industria, los edificios, el transporte y en las mismas ciudades. No podemos quedarnos en lecturas económicas falsas sobre el desarrollo, sino dar oportunidad a prácticas socioeconómicas sostenibles beneficiosas para la población.

REALIDADES QUE DAÑAN EL CLIMA

Hemos de inculcar e iniciar un “análisis ecológico” en nuestras instituciones y comunidades. Si fallamos en esto, fallaremos a las generaciones futuras por nuestra negligencia; el peligro y la advertencia son reales y, sin embargo, no parecemos comenzar a actuar para el futuro.

Si no nos comprometemos en la protección de nuestro medio ambiente, si aceptamos solo en el papel acuerdos relevantes firmados pero no puestos en marcha, habrá un daño sin precedentes en nuestra ecología global. En palabras de David Attenborough:

“Si no tomamos medidas contra el cambio climático, el colapso de nuestra civilización y la extinción de gran parte del mundo natural será el verdadero horizonte».

Los gobiernos y las empresas, sin que la sociedad civil les guíe, continuarán explotando sin compasión el planeta: Gran Bretaña adopta el «fracking» como solución que estima viable; Canadá y Estados Unidos continúan con sus proyectos de grandes oleoductos; Noruega explota sin parar el petróleo en el Ártico; Alemania destruye el bosque de Hambach para sacar carbón; Indonesia saquea sus bosques dañando sus propios intereses económicos; Filipinas abre plantas de carbón con maquinaria de “reciclaje” de plantas desmanteladas en el primer mundo; y mucho más.

Todas estas actitudes de “desconexión” reflejan un incumplimiento evidente de los Acuerdos posteriores a París y falta de absoluta de compromiso en muchos Gobiernos.

Del 2 al 14 de diciembre, unas 20.000 personas de 190 países (gobiernos, organizaciones no gubernamentales, comunidad científica, activistas del clima y empresas) participamos en la COP24 en Katowice, Polonia. Esta 24ª ronda de la Cumbre sobre el Clima abordará el tan esperado reglamento, el plan y los mecanismos de presentación de informes del monumental Acuerdo de París. Algo así como la continuidad práctica de aquel Acuerdo-marco, necesaria para que se ponga realmente en marcha.

Muchos activistas climáticos señalaron el fracaso del Acuerdo de París porque, en primer lugar, no es vinculante; como Naomi Klein señaló, esto ha ocasionado “la ausencia de un plan posterior a París”. Detrás de las negociaciones en papel y las mesas redondas, los países poderosos también obedecen a otros compromisos internos más cuestionables.

Del COP24 esperamos mucho en las discusiones relacionadas con la financiación de la lucha contra el cambio climático; en los objetivos y plazos de emisión de CO2; en el papel de los países poderosos. ¿Pueden los países ricos comprometerse mejor y de forma sostenible a financiar los esfuerzos de mitigación del cambio climático y ayudar a los países pobres y más vulnerables? ¿Es viable reconfigurar los objetivos de emisión a unos plazos más comprometidos y alineados con las cifras de aumento de la temperatura, considerando el informe del IPCC 2018? ¿Los estados “grandes”, con mayores responsabilidades sociales, se comprometerán de forma efectiva con el clima y los esfuerzos de la ONU?

Estas son preguntas para la discusión, pero el problema es que las personas y las comunidades necesitan ya ese compromiso en el terreno, porque son las que están sufriendo la crisis climática.

LA VOZ DE LOS DESHEREDADOS Y SU LLAMADA A LA JUSTICIA CLIMÁTICA

Desde la base, las comunidades más vulnerables quieren defender la naturaleza y sus propias familias de la agresión del desarrollo no sostenible, que afecta desde la cima de las montañas hasta los arrecifes submarinos.

Los cuatro obispos de las cuatro diócesis católicas en la isla de Negros, Filipinas, emitieron una declaración pastoral unificada que pedía la eliminación de las plantas de generación de energía por carbón en su isla y animaba a los líderes de las comunidades locales a oponerse a cualquier intento de los inversores de construir plantas de carbón en sus ciudades o pueblos. La declaración pastoral dice:

“El espectro oscuro de los combustibles fósiles permanece en nuestra tierra con la propuesta de una nueva planta eléctrica de carbón en la ciudad de San Carlos, algo que se cierne sobre nuestro futuro, exacerba el cambio climático, amenaza nuestros recursos, nuestro medio ambiente, nuestra salud y nuestro desarrollo sostenible. Esto, a pesar del peso abrumador de las pruebas científicas que llevaron al IPCC a instar a la eliminación gradual de los combustibles fósiles, afirmando que la electricidad a carbón debe terminar en 2050 para poder abordar con garantías el cambio climático y sus peligrosos impactos.
Salvaguardemos las ganancias y el éxito que hemos logrado hasta ahora para mejorar nuestras fuentes de energía renovable frente al enorme exceso de suministro de energía sucia proyectado. Hacemos un llamamiento al Gobierno local y a nuestras cooperativas eléctricas en Negros para que no tengan en cuenta ninguna propuesta de una central eléctrica de carbón en la provincia y ningún otro lugar».

Pocos días antes de la COP24 de Katowice, la Diócesis de San Carlos en la Isla de Negros (Filipinas) organizó una manifestación con un mensaje colectivo contra la central eléctrica de carbón de 300MW en San Carlos de la Corporación San Miguel (SMC) Global. El obispo Gerardo Alminaza, dijo:

«La generación de energía impulsada por el carbón nunca es barata: debemos tener en cuenta los costes ambientales, sociales y de salud asociados con el uso del carbón. Y no hay tal cosa de ‘carbón limpio’, es un mito, el carbón es la energía más sucia que existe. Es un derecho humano vivir en un ambiente limpio, saludable y seguro. En todo el país, las comunidades anfitrionas de carbón sufren una crisis de salud, incluidas muertes prematuras atribuidas a las centrales eléctricas que operan actualmente. Las enfermedades asociadas al carbón son accidentes cerebrovasculares, cardiopatía isquémica, cardiopatía obstructiva crónica, cáncer de pulmón e infecciones respiratorias; todo ello, causado por los metales pesados tóxicos presentes en las cenizas de carbón».

Se esperan más acciones y apoyo de los líderes de nuestra Iglesia para abrazar las preocupaciones y la lucha ecológica. En todas las naciones y pueblos, cada vez más comunidades sufren en sus carnes la degradación ambiental y la injusticia que lleva aneja.

VOCES Y ACCIONES POR LA GENTE Y POR EL PLANETA

La “advertencia global” de la que habla el informe del IPCC es real, sus impactos son amenazadores, destruirán vidas y dañarán propiedades; de hecho, el calentamiento global se está volviendo casi hiperrealista, más devastador, con niveles y alcances inesperados, por todas partes.

Últimamente, el supertifón Yutu devastó a Saipan, con récords de destrucción no alcanzados antes en una de las áreas más vulnerables al cambio climático. Los bosques del sudeste asiático están al borde de la extinción, como en Indonesia, todavía la gran reserva forestal de la región pero que, irónicamente, junto con Malasia quema sus bosques a un ritmo continuo, amenazando la biodiversidad y contaminando las comunidades.

Nuestro “sistema de enfriamiento” natural sería, globalmente, la región del Amazonas. Pero está gravemente degradada por las industrias extractivas y los proyectos de desarrollo neocolonial en forma de tala y expansión masiva de la agricultura. El mismo Papa Francisco ha convocado un Sínodo especial para la región. En un mensaje a los pueblos indígenas de la Amazonia, dijo:

He querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas.

Probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que dirigen su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales. Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la «conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas. Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles. Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes.

Para octubre de 2019 habrá un Sínodo especial de los obispos sobre la Amazonia. En su documento preparatorio, se pide al Sínodo que logre una protección integral de uno de los últimos espacios de biodiversidad no alterados de nuestro planeta, así como de las comunidades indígenas que viven en ellos:

La Iglesia está llamada a profundizar su identidad en correspondencia con las realidades de su propio territorio y a crecer en su espiritualidad escuchando la sabiduría de sus pueblos. Por ello la Asamblea Especial para la Región Panamazónica está llamada a encontrar nuevos caminos para hacer crecer el rostro amazónico de la Iglesia y también responder a las situaciones de injusticiade la región, como el neocolonialismo de las industrias extractivistas, los proyectos de infraestructuras que dañan su biodiversidad, y la imposición de modelos culturales y económicos ajenos a la vida de los pueblos.
Algunos grupos eclesiales filipinos luchan por la justicia climática con compromiso activo ante las comunidades afectadas, poniéndose frente al Gobierno y sus agencias: “Nuestro gobierno mata a nuestra gente y elimina nuestro medio ambiente”, dice Simon Peter Jardinico, religioso franciscano de la Caridad y miembro de Pusyon Kinaiyahan, con sede en Cebú. Junto con las familias afectadas, pide justicia y reparación en relación con la muerte de 78 personas debido al deslizamiento masivo de tierras causado por las operaciones de minería y las canteras de CEMEX en la ciudad de Naga, Cebú.

El pasado 7 de noviembre, varios grupos ecologistas liderados por la Iglesia en Filipinas lanzaron oficialmente el movimiento convergente “Viviendo la Laudato Si’”, que reclama una campaña de desinversión efectiva en energías sucias y que alienta a las instituciones a aceptar una transición energética justa. En el acuerdo participan, entre otros, The Climate Reality Project y la Asociación de Superiores Religiosos Mayores en Filipinas (AMRSP).

La Peregrinación por el Clima de Roma a Katowice acaba de llegar a Polonia con el mensaje urgente de iniciar la acción climática bajo el grito de “¡Ahora!”. Todo comenzó a partir de una marcha por el clima de Manila a Tacloban en 2014 convocada para exigir justicia para las personas de las comunidades isleñas, especialmente tras el tifón Haiyan, que se cobró más de 10.000 vidas.

Ya en 2015, antes de la COP21 de París, Yeb Sano y otros activistas climáticos iniciaron la peregrinación climática global desde Roma a París. Hacían coincidir su mensaje con las preocupaciones del Papa Francisco en la Laudato Si’ y esa llamada a la justicia climática.

Los activistas del clima filipinos han tomado la iniciativa, incluso lo hicieron antes del Acuerdo de París; en esa peregrinación del clima hacían una llamada al cambio impulsada por las personas y las comunidades. Para esta COP24, se ha hecho una nueva “peregrinación del clima” desde Roma a Katowice, una acción de llamada a un cambio integral, un marco de transformación integral tanto desde el punto de vista personal como institucional.

Yeb Sano, director ejecutivo de Greenpeace en el sudeste asiático, ex negociador oficial del clima del gobierno de Filipinas y el principal organizador de la peregrinación del clima desde 2014, ha dicho:

“El cambio climático afecta a miles de millones de personas… Nos unimos gente de diferentes religiones, de diferentes culturas, de diferentes países, y hacemos un llamamiento a todo el mundo para que este sea nuestro momento de unirnos como una familia humana y encontrar la solución a esto. Llevamos un mensaje de esperanza a través de la Laudato Si’del Papa Francisco: si nos unimos como una familia humana, si enfrentamos juntos esta crisis, hay esperanza. Y todos marcharemos juntos hacia un nuevo amanecer, una nueva mañana: triunfaremos y superaremos este desafío”.

MÁS ALLÁ DE LA ISLA DE NEGROS, MÁS ALLÁ DE KATOWICE

«La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. Sabemos del sufrimiento que algunos de ustedes padecen por los derrames de hidrocarburos que amenazan seriamente la vida de sus familias y contaminan su medio natural» (Papa Francisco a los pueblos indígenas amazónicos en Puerto Maldonado, Perú). La lucha contra el carbón en la isla de Negros es una acción local pero de impacto global por “liberarse” del marco económico basado en los combustibles fósiles. Por ello, esta iniciativa va más allá de la isla de Negros, porque sus efectos son globales.

Es importante responder de forma consistente para alcanzar un futuro “cero emisiones”; Las comunidades e Iglesias en la isla de Negros buscan contrarrestar el falso concepto de desarrollo de los funcionarios del gobierno, que aún cree que puede impulsar energías sucias pese a la existencia de compromisos locales y nacionales por una energía limpia.

Hoy en día se busca empoderar a líderes locales para que transmitan en la sociedad civil y ante los gobiernos el mensaje sobre los efectos reales e impactos de degradación ambiental que resultan de las emisiones de carbono de la industria y de las sociedades, único medio de hacer ver que hemos de lograr un nuevo futuro habitable. Y esto va más allá de la Isla de Negros en Filipinas.

Las comunidades que luchan por la salud del planeta crecen, como se puede ver en el movimiento de rebelión contra la extinción en el Reino Unido; la sociedad civil debe iniciar una acción climática activa ante la inacción del gobierno y sus funcionarios respecto a la protección del medio ambiente y las comunidades. La convergencia de acciones y el despertar de los pueblos y comunidades indígenas, lleva sus luchas a nuevas plataformas de diálogo e inspira el apoyo de organizaciones e individuos. Esto va más allá de Katowice.

Jaazeal Jakosalem, agustino recoleto