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Javier Guerra: «Los agustinos recoletos necesitamos entregarnos a los más pobres»

P.- ¿Qué ha supuesto para usted estar doce años al frente de la Orden?
R.- Para mí, estos años han supuesto un mayor conocimiento de todas nuestras comunidades -en torno a 200-, un enriquecimiento por el testimonio recibido de muchas vidas ejemplares de hermanos con su santidad de vida y su entrega al servicio del Reino en pastoral ministerial, parroquial y misional, educación, trabajo vocacional y formación de los candidatos a nuestra vida y otros varios ministerios al servicio de la Iglesia. Singularmente me he sentido satisfecho y especialmente emocionado en la convivencia con nuestros misioneros. Si algo he echado de menos es el tiempo, la tranquilidad y serenidad para preparar determinados acontecimientos y documentos y participar personalmente en algunos actos y celebraciones.

P.- ¿En qué ha cambiado la Orden en este tiempo?
R.- Todos los acontecimientos importantes en la evolución del mundo y de la Iglesia en particular afectan de alguna manera a la Orden. Como todos sabemos, en este periodo de clausura y apertura de siglo y de milenio, los cambios han sido muchos y muy fuertes: desde los catastróficos fenómenos de la naturaleza hasta los frecuentemente confusos políticos, económicos y sociales; la inversión de muchos valores humanos, familiares y religiosos; el generalizado descenso de las vocaciones y el abandono de otras; la evolución vertiginosa de los medios de comunicación; el proceso de descristianización; la situación crítica y ojalá que purificadora de la Iglesia y otros muchos… Esta realidad, junto a las deficiencias de vida comunitaria y a las dificultades en la atención a los proyectos pastorales asumidos, ha aportado a muchos religiosos y comunidades una sensibilidad y compromiso más profundos. Junto a la preocupación y deseo de una renovación más radical personal y comunitaria, se percibe la necesidad de dar prioridad a lo esencial de nuestra vida: oración, espíritu de pobreza y vida fraterna. Igualmente, se siente la necesidad de manifestar con mayor claridad nuestra identidad agustino-recoleta en nuestros ministerios para hacer más creíble nuestro mensaje, entregándonos primordialmente a los más necesitados. Con este motivo, varias provincias han realizado esfuerzos por conseguir un adecuado servicio misionero a la Iglesia, según las necesidades peculiares de cada iglesia local.

Colaboración interprovincial

P.- ¿Qué le hubiera gustado que cambiara y aún no se ha conseguido totalmente?
R.- No cabe duda de que todos los religiosos tratamos de sintonizar y vivir este espíritu fraterno, pero se da la situación actual de que, no siendo una institución muy grande en número de religiosos, atendemos a muchos y muy variados ministerios. Además, nuestras Constituciones conceden a las provincias atribuciones muy importantes en distintos ámbitos. Esto, como puede comprenderse, dificulta la unidad en el gobierno para toda la Orden; los religiosos se identifican mucho más, como es lógico, con los problemas, necesidades y retos de la provincia a la que pertenecen que con la realidad global de la Orden. Se van dando pasos importantes en los capítulos generales y provinciales, congresos y encuentros interprovinciales, cursos de renovación, celebraciones jubilares, pero creo que lo más importante es la unión y colaboración de las distintas provincias en la formación de sus candidatos. Este camino debe proseguir.



“Cada vez es más difícil atender a muchos ministerios debido al descenso de las vocaciones y al envejecimiento de nuestras comunidades”.
Servicio

P.-¿Qué están aportando los agustinos recoletos a la sociedad y a la Iglesia actuales?
R.- Solemos citar con frecuencia el lema agustiniano: “vamos donde la Iglesia nos necesita”. Es imposible acudir a todos los lugares donde hay necesidades en la Iglesia y frecuentemente recibimos nuevas solicitudes; incluso cada vez es más difícil atender a muchos ministerios debido al descenso de las vocaciones y al envejecimiento de nuestras comunidades. En la actualidad realizamos las siguientes tareas apostólicas:
• Apostolado Misional: 9 centros misionales con 83 misioneros en Brasil, Colombia, China continental, Panamá, Perú, Sierra Leona y Taiwán. Nuestra familia religiosa tiene ya una brillante trayectoria misionera multisecular.
• Apostolado parroquial: 184 parroquias con 420 religiosos, en todos los países en los que tenemos comunidades. El nivel socioeconómico es predominantemente medio y medio-bajo.
• Apostolado educativo: 51 centros -incluidas 3 universidades- con 146 religiosos y cerca de 80.000 alumnos. Cada vez son más los centros educativos que reciben reconocimientos, sellos de calidad y gran estima por parte de los organismos públicos y de las familias; igualmente va aumentando progresivamente la colaboración entre los religiosos y los seglares.

P.- ¿En que país ha encontrado usted una mayor vitalidad de la Orden?
R.- Suele decirse que frecuentemente las comparaciones no sirven; en todas partes los religiosos son muy entregados al servicio que se les ha encomendado. Si esta pregunta se refiere a la fuerza y empuje de los religiosos por su juventud y la influencia del ambiente social, mi respuesta es: Filipinas y Colombia, en este orden. Si la referencia es en relación con el esfuerzo espiritual por superar las barreras en la defensa de la fe y los derechos humanos: los misioneros donde quiera que se encuentren.

P.- ¿Hacia dónde se encamina la institución?
R.- El propósito de la Orden es el clamor de Dios, la voz del Espíritu Santo, cuya llamada siguen sus miembros, viviendo nuestro carisma. Por tanto, debe encaminarse, en primer lugar, a trasmitirlo a otros como experiencia del Espíritu, para ser vivida, custodiada, profundizada y desarrollada constantemente por aquellos que, por acción del mismo Espíritu, son llamados a ser partícipes de la inspiración de los fundadores y continuadores de su misión eclesial.



“Es preciso potenciar la vida de oración, el testimonio personal y comunitario”.
Cambios

P.- ¿Cuáles son las principales necesidades que detecta?
R.- Es preciso potenciar la vida de oración, el testimonio personal y comunitario, la pastoral vocacional y formativa, la entrega generosa al servicio del Reino y la esperanza confiada en Aquel que todo lo puede, tratando de buscar el cumplimiento de su voluntad.

P.- ¿En que consiste la reestructuración que se viene anunciando en los trabajos previos al Capítulo General?
R.- De alguna manera, en todos los capítulos, tanto generales como provinciales, se ha hablado de este tema y se han ido tomando algunas decisiones parciales con miras a la consecución de una auténtica reestructuración que, dicho con expresiones sencillas, no es otra cosa que programar la vida y ministerio de la comunidad de la Orden según las coordenadas de la vida actual y de la Iglesia con sentido misionero.
Sólo Dios sabe cómo se iluminará y concretará la reestructuración de la Orden.

P.- ¿Habrá algún cambio sustancial en las Constituciones de la Orden?
R.- No habrá cambios sustanciales en la próxima renovación de las Constituciones. Sí se espera y se prevé, por las apropiadas aportaciones recibidas de los religiosos a lo largo de este sexenio, que serán muy enriquecidas con citas escriturísticas y agustinianas y especialmente de los documentos de la Iglesia sobre la vida consagrada durante estos últimos treinta años.

Futuro General

P.- ¿Qué cualidades debe tener el religioso que le suceda al frente de la Orden durante los próximos seis años para llevar a buen puerto las ordenaciones del Capítulo General?
R.- Además de las condiciones que recuerdan las Constituciones para ejercer sus funciones (prudencia, ciencia, observancia religiosa, amor a la Orden y otras virtudes) me atrevo a citar la paciencia y buena salud y el esfuerzo por conservarla, por el ritmo de vida tan variado que exige el ejercicio de sus responsabilidades. No se puede olvidar que, en el ejercicio de su autoridad y para las decisiones más importantes, está permanentemente acompañado por seis religiosos que componen el consejo general, con atribuciones específicas en las distintas áreas: espiritualidad, formación y vocaciones, apostolado ministerial, misional, educativo, procuración ante la Santa Sede y otras.



“Casi todos nuestros obispos trabajan por el Reino en lugares de misiones y socialmente pobres”.
Obispos y laicos

P.- Los obispos agustinos recoletos están fuertemente implicados en la realidad social de sus respectivos territorios, especialmente en América, ¿Qué tipo de apoyo reciben por parte de la Orden?
R.- Considero un motivo de satisfacción para la Orden y de confianza por parte de la Iglesia el que algunos de nuestros miembros sean llamados para servirla como sucesores de los apóstoles; en la actualidad son 19. Todos ellos realizan su ministerio con verdadero ardor y espíritu misionero, como es tradición consolidada en nuestra historia y como han aprendido en sus años de formación religiosa. Casi todos trabajan por el Reino en lugares de misiones y socialmente pobres donde han realizado su labor pastoral durante varios años o muy cerca de ellos. Algunos han seguido viviendo en sus mismas comunidades agustino-recoletas.
Frecuentemente y en varios lugares reciben nuestra ayuda personal en el ejercicio ministerial habitual y en servicios especiales ocasionales. En los casos más necesitados, reciben ayudas económicas importantes a través de la ONGd agustino-recoleta Haren Alde, cuya sede central está en Madrid.

P.- ¿Cuál es, en la actualidad, el papel de los laicos agustinos recoletos?
R.- Nuestra legislación insiste en que se trabaje en todos nuestros apostolados en la preparación de un maduro laicado cristiano, promoviendo la formación de los seglares para la catequesis y otros servicios de evangelización, ya que ninguna comunidad eclesial goza de plenitud de vida sin la presencia activa de los laicos. De hecho, es una realidad el trabajo conjunto con nuestros religiosos con muy diversos grados de implicación según sus posibilidades y las carencias de los lugares donde viven. Así anuncian el evangelio, contribuyendo a la construcción de un mundo más justo, haciendo presentes el Reino de Dios en la Iglesia y en el mundo de hoy, tan necesitado de estos valores.
La Fraternidad Seglar agustino-recoleta tiene su regla de vida y su ritual propio y está compuesta por cerca de 4.000 miembros, extendida en 15 países.



“La presencia de san Agustín en nuestro mundo está creciendo cada día”.
San Agustín

P.- ¿Qué valores aporta san Agustín a los hombres y mujeres de hoy?
R.- Posiblemente resulte extraña y hasta un tanto vulgar para muchos aquella expresión que, a nivel coloquial otros hemos oído tantas veces a lo largo de nuestra vida: “no hay sermón sin agustino ni puchero sin tocino”. En los tiempos que corren, ni el sermón dominical ni el puchero tradicional como referencia al arte culinario son elementos de importancia; pero sí es fácil entender que, tradicionalmente, ambos han sido muy socorridos y prácticos para conseguir el fruto que con estos medios se pretendía. Si el puchero tradicional ya va quedando para la historia en los anaqueles de los museos como elemento decorativo o de simple recuerdo, el testimonio, la doctrina y la espiritualidad de Agustín de Hipona, un hombre africano que vivió entre los siglos IV y V, recobran vitalidad con el correr de la historia y tienen plena vigencia y reconocimiento en nuestros días.

P.- ¿Algún elemento de la vida de san Agustín que pueda servirnos de referencia?
R.- La presencia de san Agustín en nuestro mundo está creciendo cada día y por muchas razones: por ser el tiempo en que él vivió muy parecido al nuestro, por el sentido de búsqueda que llenó toda su vida, por el lenguaje vivo y familiar de sus escritos, por las ideas dinamizadoras que nos ha transmitido y por otra razón que, aunque no se acostumbre a resaltar, en el fondo es la que da vida y actualidad a todas las demás: la oración. San Agustín sabía orar y oraba de verdad. Él contaba sus cosas a Dios antes que a los hombres. Él se enriquecía de Dios y no de los hombres. Toda su vida, después de su conversión, fue prácticamente una oración. Pero, una oración personal, propia sólo de Agustín.

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