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Cardenal Lacunza: “A pesar del trabajo y de las posiciones o mentalidades más o menos distanciadas, el ambiente del Sínodo ha sido de respeto y diálogo”

P. El domingo 25 de octubre se clausuraba el Sínodo de la Familia en el que usted ha participado. ¿Cómo ha sido el ambiente del Sínodo?

A pesar del trabajo, de la incomodidad del aula y de las posiciones o mentalidades más o menos distanciadas, el ambiente ha sido de respeto, diálogo y “parresía” aunque, a veces, como dijo el Papa en el discurso final, las distintas opiniones se han expresado libremente pero por desgracia a veces con métodos no del todo benévolos. Todos sabemos lo que pasa en el fragor del debate. Pero cada uno pudo decir lo que sentía y expresar su opinión sin más límite ni condición que su saber y su conciencia.

 

P. En el círculo menor Hibéricus A en el que usted ha participado como relator, ¿había concordancia y compañerismo? La tarea de relator que le ha tocado, ¿ha añadido mucho más trabajo? ¿Ha encontrado dificultades?

¿Más trabajo? Claro: había que estar atento para captar las intervenciones, ya que, posteriormente, cada relator debía presentar en la plenaria un informe de lo tratado en el Círculo. Pero, además, también conllevaba participar en los grupos de trabajo en que se recogían los modos elaborados en los círculos para hacer una primera evaluación-selección antes de que pasaran a la Comisión de Redacción. Eso fueron horas extras…

 

“Creo que es un paso importante: se ha abierto la puerta de la misericordia” 

 

P. ¿Cuál ha sido el tema más debatido a lo largo del Sínodo? ¿Y el tema más difícil, el que presentaba opiniones  o mentalidades más distanciadas?

Si miramos las votaciones, hay que concluir que los temas álgidos, aunque en todos la votación alcanzó la mayoría de los dos tercios requerida por el reglamento, son los contenidos en los números 63, 84, 85 y 86 y se refieren al respeto a la conciencia personal, a la procesualidad en la vida cristiana, a la integración de los divorciados vueltos a casar en la vida de la Iglesia, incluso su admisión a la comunión eucarística, siguiendo los criterios de integración, discernimiento y acompañamiento.

Creo que es un paso importante: se ha abierto la puerta de la misericordia. Considero, en ese sentido, muy significativas las palabras del Papa en el discurso de cierre: “Significa haber puesto al descubierto a los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso dentro de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas. Significa haber afirmado que la Iglesia es Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no sólo de los justos y de los santos, o mejor dicho, de los justos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores. Significa haber intentado abrir los horizontes para superar toda hermenéutica conspiradora o un cierre de perspectivas para defender y difundir la libertad de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, a veces cubierta por la herrumbre de un lenguaje arcaico o simplemente incomprensible.”

 

P. ¿Cuál cree que ha sido el mensaje central y más importante del Sínodo?

Para mí, hay dos elementos claves: primero, dar un espaldarazo a las familias y a la parejas que, a pesar de las dificultades internas y externas, se mantienen firmes en su ideal; segundo, hacer sentir a aquellos y aquellas que, por diversos motivos, han visto romperse su proyecto primero, que siguen siendo hijos e hijas de la Iglesia que ha escuchado su grito de dolor y de angustia.

Permíteme decirlo con palabras del Papa:La experiencia del Sínodo también nos ha hecho comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas, sino el hombre; no las fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y de su perdón. Esto no significa en modo alguno disminuir la importancia de las fórmulas, de las leyes y de los mandamientos divinos, sino exaltar la grandeza del verdadero Dios que no nos trata según nuestros méritos, ni tampoco conforme a nuestras obras, sino únicamente según la generosidad sin límites de su misericordia (cf. Rm 3,21-30; Sal 129; Lc 11,37-54). Significa superar las tentaciones constantes del hermano mayor (cf. Lc 15,25-32) y de los obreros celosos (cf. Mt 20,1-16). Más aún, significa valorar más las leyes y los mandamientos, creados para el hombre y no al contrario (cf. Mc 2,27).

 

“…el Papa habló del camino sinodal como modelo para toda la Iglesia”

 

P. ¿Cree que habrá un antes y un después del Sínodo? ¿Marcará una época? ¿Tendrá continuidad?

Ya no hay marcha atrás. El Papa, al terminar el Sínodo dio la orden de publicar el documento final y supongo que ahora se estarán haciendo las traducciones oportunas, ya que el original fue hecho en italiano. No sabemos si después el Santo Padre elaborará un documento especial, una Exhortación Apostólica u otro similar, para recoger lo dicho, explicitar algunas cosas.

Comparto la opinión de un comentarista, Jorge Costadoat, que dice: “El documento del Sínodo es todavía una penúltima palabra. Los católicos esperan que el Papa aún publique un documento que dé orientaciones sobre esta y las muchas otras materias tratadas. Por de pronto, han podido quedar pendientes las estipulaciones de los términos de aquel acompañamiento. Lo que también debe ser subrayado, y que a la larga será decisivo para el futuro de la Iglesia, es que el Papa ha decidido gobernar de un modo sinodal, es decir, caminando con todos, haciendo discernimiento colectivo de los principales asuntos, volviendo sobre los pasos democráticos del Vaticano II.” Incluso, añado, en la conmemoración de los 50 años del Sínodo, el Papa habló del camino sinodal como modelo para toda la Iglesia, incluso habló de descentralizar la Iglesia.