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José Antonio Galindo: “San Agustín es un hombre genial y un hombre de su época”

P.- ¿Qué pensaba san Agustín de María la madre de Jesús?
R.- Para que nos hagamos una idea del altísimo concepto en que san Agustín tiene a la Virgen María recojo algunos de sus muchos y sublimes pensamientos al respecto: “Su Madre lo llevó en su seno; llevémosle nosotros en el corazón; la Virgen quedó grávida por la encarnación de Cristo; queden grávidos nuestros pechos por la fe en Cristo; ella alumbró al Salvador; alumbremos nosotros alabanzas. No seamos estériles, sean nuestras almas fecundas para Dios” (S. 189, 3). “Aunque había merecido alumbrar al Hijo del Altísimo, era muy humilde; ni siquiera se antepuso al marido en el modo de hablar. No dice: “Yo y tu padre”, sino "Tu padre y yo" (Lc 2, 48). No tuvo en cuenta la dignidad de su seno, sino la jerarquía conyugal” (S. 51, 18).

P.- ¿Niega san Agustín que María fuera concebida sin pecado como se afirmaría posteriormente en el dogma de la Inmaculada?
R.- He aquí el célebre texto en que san Agustín parece defender la inmaculada concepción de María: "Exceptuando, por tanto, a la santa Virgen María, sobre la cual, por el honor debido a nuestro Señor, no quiero tener ninguna discusión, cuando se trata de pecados; porque sabemos que para vencer al pecado por todos sus flancos le fue dada más gracia a aquella que mereció concebir y alumbrar al que consta que no tuvo pecado alguno; repito: exceptuando a esta Virgen, si pudiésemos reunir y preguntar a todos aquellos santos y santas, cuando vivían aquí, si estaban sin pecado, ¿qué pensamos que iban a responder?… Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos, y la verdad no está en nosotros (1 Jn 1, 8-9) (De nat. et gr. 36, 42). (El problema está en si san Agustín al decir "cuando se trata de pecados" se está refiriendo también al pecado original. A favor tenemos, entre otras, esta razón: la causa de que entre los santos de los que habla después no haya ninguno libre de pecado personal es, según san Agustín, la enfermedad moral contraída a causa del pecado original. Así, pues, si a María no se le puede atribuir ningún pecado personal es debido a que no padece esta enfermedad, y eso es lo que parece que quiere decir cuando habla de que le "fue dada más gracia". En todo caso, "el honor debido a nuestro Señor", ¿quedaría a salvo si María hubiera contraído el pecado original? Según el modo de pensar de san Agustín, que le atribuye a ese pecado una malicia incluso más allá de la real, no parece que ese honor del Señor hubiera quedado a salvo.



San Agustín no habla sobre el tema de la Asunción de María.
P.- ¿En aquel tiempo se intuía la Asunción de María?
R.- Así piensan muchos estudiosos del Obispo de Hipona, aunque no todos. Sobre este tema hay que tener en cuenta que esta verdad dogmática se fue afianzado muy lentamente a lo largo de los siglos hasta su definición en 1950. Tengamos en cuenta que santo Tomás de Aquino (siglo XIII) atribuye el pecado original a María, así como otros muchos teólogos del pasado, mientras que Duns Scoto (siglo XIV) la considera exenta de tal pecado apoyándose, entre otras razones, en "el honor debido a nuestro Señor", según dice el texto agustiniano. En todo caso, por lo que venimos diciendo, el que el Obispo de Hipona (siglo V) no creyera en la concepción inmaculada de María no supondría ningún desdoro para él, aunque si la enseña, según hemos dicho, constituiría sin duda uno de sus grandes méritos). San Agustín no habla sobre el tema de la Asunción de María. El primer autor importante que lo hace es san Juan Damasceno ya en el siglo VIII.

P.- La Virgen María es mujer, ¿la rechaza san Agustín por ser mujer?
R.- Además de aconsejar la lectura del libro IX de las Confessiones en relación con santa Mónica, transcribo este pasaje del Hiponense como la mejor respuesta a todas esas preguntas: “María, por tanto, haciendo la voluntad de Dios, es sólo Madre de Cristo corporalmente, pero espiritualmente es también madre y hermana. Por lo cual solamente esta mujer es madre y virgen, no sólo en el espíritu, sino también en el cuerpo. No es madre según el espíritu de nuestra Cabeza, el Salvador, de quien más bien es espiritualmente hija, porque también ella está entre los que creyeron en él y que son llamados con razón hijos del Esposo; pero ciertamente María es Madre de sus miembros, que somos nosotros, porque cooperó con su caridad para que nacieran en la Iglesia los fieles, miembros de aquella Cabeza, de la que efectivamente es Madre según el cuerpo (De s. virg. 5, 5-6, 6). Se habla aquí claramente de María como Madre de la Iglesia, como la proclamó Pablo VI, citando ese pasaje de san Agustín, al acabar el concilio Vaticano II. Después de la maternidad divina es la mayor gloria de María. Si en el tema de la Inmaculada el Hiponense se adelanta catorce siglos, en este otro tema se adelante quince.



San Agustín no era misógino, aunque pudiera ser machista como corresponde a su época (siglos IV y V).
P.- ¿Cómo se explica la admiración de Agustín por Mónica, tan bellamente descrita en las Confesiones, y el hecho de que abandonara a la madre de su hijo?
R.- San Agustín de Hipona no abandonó a la madre de su hijo; hizo esto, impelido por las leyes del Imperio, un pagano llamado Agustín de Tagaste. San Agustín no era misógino, aunque pudiera ser machista como corresponde a su época (siglos IV y V). Escribió que “el parir hijos es la razón por la que la mujer fue creada”, pero también escribió: “En realidad, en el verdadero y óptimo matrimonio, a pesar de los años y aunque se marchiten la lozanía y el ardor de la edad florida, entre el varón y la mujer impera siempre el orden de la caridad y del afecto que vincula entrañablemente al marido y a la esposa” (De bono con. 3, 3). San Agustín es “el padre de Europa” (K. Jaspers), y también “el verdadero creador de la teología occidental” (M. Grabmann). Pero eso no quiere decir que lo dijera todo y, más aún, que lo dijera de un modo perfecto y acabado y de la única manera que puede decirse. Es un hombre genial, como muy pocos ha habido en la historia, "el primer hombre moderno" (Siebeck, Windelband, Harnack), pero también hijo de su época, y como tal, también tiene sus sombras y sus limitaciones.