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“La Iglesia ha sido víctima del narcotráfico y de la guerrilla”

P.- Cuénteme algo bueno de las gentes del vicariato de Trinidad.
R.- ¿Qué es lo mejor de la gente? Yo te diría: la gente. Son en su mayoría campesinos, gentes a las que se conoce como “criollos”. Son nacidos allí y tienen un estilo de vida muy alegre, son muy festivos, son trabajadores… les ha faltado un poco de cultura. No han sido muy constantes en los textos, pero creo que es gente noble. Si tú les entras por el ojo derecho tienes un amigo para toda la vida. Son leales con sus amigos. Nuestra gente es gente muy buena, yo disfruto demasiado cuando voy al campo porque la gente te quiere, la gente casi se podría decir que da la vida por sus sacerdotes, por su obispo… son gentes buenas.

P.- ¿Alguna cosa que le gustaría mejorar?
R.- Estamos viendo un cambio y es que el petróleo, que desde hace unos 18 ó 20 años comenzó a ser una fuerza productiva en aquella zona, pues ha traído gente de muchísimas partes y, si bien es cierto que el intercambio de culturas es bueno, sin embargo como que ha quitado la virginidad de aquellas gentes buenas y estoy notando que los han vuelto un poco ambiciosos, amigos de muchas otras cosas. De todos modos el petróleo ha sido una forma de desarrollo de la región. De no haber sido por estas fuentes de los hidrocarburos todavía estaríamos muy atrasados en carreteras, en el crecimiento de los pueblos.

Mala gestión

P.- ¿Merece la pena?
R.- Creo que sí vale la pena. Acusaría a los dirigentes de mi gente de que no han sabido invertir los recursos generados por los hidrocarburos. Ha habido unas regalías petroleras jugosas, pero nadie sabe por dónde se han escapado estos dineros. Entonces, si nuestros dirigentes tuvieran una conciencia un poco más social, todo lo que está generando allí el subsuelo, el oro negro, alcanzaría para todos. Yo creo que a Casanare le esperan sus mejores años porque ya han ido entendiendo que no se pueden quedar al margen de la cultura. Los Gobiernos están haciendo un esfuerzo ingente por tratar de llegar con la educación a los rincones más apartados; y aquí el mérito total, total, es de la Iglesia, aunque en estos momentos no se lo reconozcan. Estamos hablando de todos mis predecesores, especialmente monseñor Olavio, monseñor Arturo Salazar… y los obispos anteriores.

Educación

P.- ¿Tan importante ha sido el papel de la Iglesia en la educación?
R.- Fueron los creadores de la escuela, los primeros que pagaron los maestros para que educaran a los niños. Y si algo hay hoy de educación se debe exclusivamente a la Iglesia. Claro que, después, vienen estos otros que creen que han descubierto el agua tibia, y créditos no le dan ninguno a la Iglesia. Pero hemos cumplido una misión muy importante. Ahora la situación va cambiando y el Estado es más consciente de que él es el responsable de la educación de sus ciudadanos y la creación de muchísimos centros educativos, la aparición de las primeras universidades… esto le va dando mucha esperanza a Casanare. El futuro es promisorio y contando con la buena voluntad que tienen estas gentes en nuestra tierra creo que lo tenemos garantizado.

La “vacuna”

P.- ¿Cuál es la situación del vicariato de Trinidad?
R.- Llevo ocho años viviendo allí y estamos pasando en este momento por una situación bastante buena si lo comparamos con la época en que yo llegué. Cuando llegué, el vicariato estaba en manos de los paramilitares. Ejercían una presión, no contra la Iglesia, pero sí contra la gente del campo que, de alguna manera, te afecta, porque todos los comentarios que te hacen los campesinos van contra ellos, contra las instituciones, contra la gente que trabajaba en la Administración… y hay una palabra que se usaba allí en aquella época que era “la vacuna”.



Yo públicamente, siempre hablaba de la necesidad de encontrarnos en la reconciliación y en paz.

P.- ¿Qué es eso de “la vacuna”?
R.- La vacuna era una especie de tasa que tenías que pagar por el solo hecho de vivir, de tener algún animal, de tener alguna propiedad, de tener algo. Esta situación, para uno como obispo es muy dolorosa. Sin embargo, en las predicaciones que hacía yo públicamente, siempre hablaba de la necesidad de encontrarnos en la reconciliación y en paz. Pero no creo que hayan sido muy efectivas porque esta gente tenía un propósito y una cabeza totalmente lavada, porque ellos veían un enemigo común en la guerrilla. Sin embargo, allí en el vicariato, no había ninguna guerrilla. Pero el vicariato tiene una cualidad muy particular y es que puede ser un corredor estratégico por el cual se pueden movilizar, no sólo tropas de estos grupos armados sino que también podía ser sitio de movilización del tráfico de la droga. Fueron entonces tres años un poquito complejos. Yo los encontraba en el campo, nunca se opusieron a la labor pastoral, pero, cuando la gente con la que uno trabaja está oprimida, pagando aquellas vacunas, entonces tú sientes el dolor de la gente.

Paz y reconciliación

P.- ¿Qué sucedió para que terminase todo eso?
R.- Se dio una circunstancia, yo diría casi de bendición divina: algunos proyectos del Gobierno extendieron su brazo de reconciliación con estos grupos armados. Ellos acataron esta insinuación y tuvimos, hace justamente tres años, por esta época, la desmovilización de 1.200 hombres armados y con una consigna: que ellos no volverían a actuar militarmente en esa región. ¡Llegó la paz! Entonces nosotros nos encontramos en una situación nueva de la noche a la mañana. La gente distendida, la gente tranquila, la gente que podía hacer su trabajo en el campo, ya no tenían que cosechar para pagar “las vacunas” sino que ahora podían cosechar para dar de comer a sus familias y para progresar un poco.

P.- ¿Y cómo está siendo la reconciliación?
R.- Esa situación anterior que se vivió por espacio de 15 años, ha dejado unas secuelas tremendas de venganza y de odio entre algunas familias porque varias personas conocen quiénes fueron militantes de esos grupos y cómo ellos asesinaron a parientes suyos. Esto va a ser un poco más difícil de resarcir: la recomposición de ese tejido social no va a ser tan fácil. Yo auguro que pasarán no menos de diez años antes de que esta situación vaya mejorando. Pero en términos generales podríamos decir que hay una situación bastante tranquila.

Obispo secuestrado



Cuando el corazón de las personas está pacificado, nosotros podríamos creer que en un futuro no muy lejano, entonces la gente podría aprender a perdonar, podría aprender a convivir y podrían pensar que juntos se puede reconstruir la sociedad que se vio tan afectada por el problema.

P.- ¿Cuál es el papel que ha jugado la Iglesia en la desmilitarización y el desarme de estos 1.200 hombres?
R.- El obispo de Yopal, que como yo está allí en Casanare –Mons. Misael Vaca Ramírez- formaba parte de un grupo que había integrado el episcopado colombiano y, aunque él no era el director, era una persona muy acuciosa en este trabajo de estar haciendo los contactos para tratar de lograr la pacificación. Este equipo aún sigue trabajando. En la zona de Yopal, desafortunadamente, todavía quedan bastantes grupos armados de la guerrilla. Él fue una víctima de la guerrilla. Fue secuestrado pero por fortuna su secuestro sólo duró dos días porque la guerrilla no pudo trasladarlo de una parte montañosa y entregarlo a grupos más grandes que se encargaran de su seguridad. De lo contrario, cómo vemos en Colombia, su secuestro se podría haber prolongado seis, siete o diez años.

Escuelas de Paz y Convivencia

P.- Ahora mismo, en el vicariato de Trinidad, ¿qué papel juega la Iglesia para que cicatricen estas heridas sin agraviar a las víctimas?
R.- El papel no es fácil, pero yo creo que va siendo lo que necesitamos de momento. Se ha creado por la Conferencia Episcopal Colombiana un movimiento que se llama “Escuelas de Paz y Convivencia” (EPC) y las estamos promocionando en todo el país. En mi vicariato este programa llegó hace dos años. Hemos concertado con un montón de gente para que sean líderes. Los estamos formando. Ellos tienen la consigna de llegar a sus lugares de vivienda, a sus comunidades veredales y entrenar también, a su vez, a aquella gente para que ese proceso vaya siendo lento pero seguro, sobre todo en el papel de la conciliación. Aún no se ha dado el paso que a nivel nacional sí se está procurando como sería el de resarcir a las víctimas. Pero creo que lo que estamos haciendo con las EPC es un proceso que va a generar en los corazones la pacificación, que es lo más importante. Cuando el corazón de las personas está pacificado, nosotros podríamos creer que en un futuro no muy lejano, entonces la gente podría aprender a perdonar, podría aprender a convivir y podrían pensar que juntos se puede reconstruir la sociedad que se vio tan afectada por el problema.

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