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María Isabel Hesselblad, la nueva Santa con ADN recoleto

El pasado 15 de marzo, la Santa Sede anunciaba la fecha de canonización de María Isabel Hesselblad: tendrá lugar en Roma el 5 de junio. Hesselblad, nacida en 1870 y fallecida en Roma el año 1957, era beata desde el año 2000, en que había sido elevada a los altares con ocasión del Año Jubilar.

Se trata de un personaje singular. Nacida en Suecia el año 1870 en el seno de una familia luterana, tras convertirse al catolicismo en 1902 dedica su vida a fomentar el diálogo ecuménico, especialmente centrado en las relaciones de la Iglesia Católica con la Confesión Luterana de su país natal.  Funda para ello (1911) la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida; o, mejor, restablece con espíritu moderno la Orden fundada por santa Brígida de Suecia, que había sido aprobada pro la Iglesia en 1370.

Durante siglos, la Orden brigidina había tenido una importante difusión en Europa, sobre todo en los países nórdicos. Pero la Reforma Protestante la afectó de lleno hasta ponerla al borde de la desaparición tanto en su rama masculina como en la femenina. Los escasos conventos supervivientes desaparecerían después, con la Revolución Francesa de finales del siglo XVIII.

Restauración de la Madre Mariana

En la España de fines del siglo XVI y comienzos del XVII, se vivía con gran intensidad los avances de la Reforma Protestante.. Sus avatares encontraban un fuerte eco en los espirituales del tiempo. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con cuantos se movían en el círculo de la madre Mariana de San José, fundadora de la Recolección femenina. Una íntima amiga suya, la venerable Luisa de Carvajal (1566-1614), se identificó con los católicos perseguidos en Inglaterra hasta el punto de trasladarse allí y morir en aquel país.

E íntima amiga, y pariente, de Mariana era también la venerable Marina de Escobar (1554-1633), mística famosa en aquel tiempo. Desde su lecho de enferma crónica, Marina se sintió llamada a restaurar la Orden de Santa Brígida; hasta el punto de obtener licencia para ello y conseguir de Roma la confirmación de sus constituciones. Pero falleció sin ver cumplido su proyecto.

Mariana se sintió en la obligación de llevar a cabo la empresa iniciada por su pariente. A ello la animaban los mismos reyes y, como ella escribe: “todos desean que se haga por monjas nuestras”. Así que con monjas agustinas recoletas, con cuatro, se hizo en 1637 la fundación del primer convento de brígidas, en la ciudad de Valladolid (España).

Hesselblad aprende el oficio

Después de la fundación de Valladolid, aún se ralizaron en España cuatro fundaciones brígidas más. Todos esos monasterios los visitó, a partir de 1908, María Isabel de Hesselblad, buscando inspiración para la Orden que quería restaurar. Vivió con las monjas españolas, continuadoras de aquellas primeras salidas de los conventos recoletos. Estudió sus constituciones y forma de vida, y de ellas recabó inspiración y materiales para hacer su fundación.

Regresada a Roma y con el apoyo de tres jóvenes postulantes inglesas, fundó en 1911 la rama moderna de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida, con la misión de orar y trabajar especialmente por la unión de los cristianos de Escandinavia con la Iglesia Católica.


En 1931 tuvo la gran alegría de obtener de la Santa Sede a perpetuidad la iglesia y casa de santa Brígida, en la plaza Farnese de Roma. Allí instaló el centro de la nueva Orden religiosa; allí fallecía el 24 de abril de 1957 la que había sido considerada “la mujer más extraordinaria de Roma”; y allí reposan a día de hoy los restos de la nueva Santa.

 

 

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