Actualidad

Monseñor Molina aboga por la paz y el respeto mutuo tras la muerte de ocho campesinos en Totonicapán

A su llegada a Roma como delegado al Sínodo de los Obispos, monseñor Mario Molina, arzobispo de Los Altos, en Guatemala, se vio sorprendido por las tristes noticias de lo que acababa de ocurrir en su diócesis: una protesta airada de campesinos había degenerado en enfrentamiento con las fuerzas de seguridad, y el resultado era de ocho campesinos muertos.

Cuando le abordamos, aún no tiene información completa y segura, pero no puede menos que manifestar la preocupación que, como pastor, tiene por sus fieles. A ellos se dirige también con su palabra de consuelo y ánimo.

Pregunta.– Monseñor, ¿qué es lo que ha ocurrido en Totonicapán, según sus noticias?
R.– Según mis informaciones, que provienen de dos fuentes principalmente, la prensa en Internet y lo que he podido saber a través de amigos, lo ocurrido en Totonicapán es el desenlace de reclamos y contrarréplicas que se venían dando desde hace semanas. De hecho, las manifestaciones en Cuatro Caminos y en el paso llamado Alaska, se dieron mientras una delegación de habitantes de Totonicapán estaba en la capital para encontrarse con el Presidente de la República. Entiendo por lo tanto que se trataba de una manifestación de la fuerza de los números en apoyo de la misión de los emisarios. Tengo entendido que hubo medidas de coerción para obligar a muchos a asistir, que de otro modo no lo hubieran hecho. Según mis informaciones, el gobierno envió fuerzas de seguridad a los dos puntos para evitar que el tránsito en la carretera principal estuviera cerrado por mucho tiempo. Hubo también presencia del Ejército como respaldo a la Policía Nacional Civil. Entiendo que, después de cinco horas, la manifestación en Cuatro Caminos se disolvió tras intercambio de pedradas de un lado y de gases lacrimógenos del otro. Pero las cosas se complicaron en el paso de Alaska. Parece que allí un guardia de seguridad de un transporte comercial disparó contra la multitud en un momento en que sintió que lo agredían. Este disparo causó el primer muerto que soliviantó a la multitud. Después vinieron los disparos, en una sucesión de acontecimientos que deben ser esclarecidos. Estos disparos, según la evidencia que se va estableciendo, vinieron de armas del Ejército de Guatemala. No se sabe quién dio la orden de disparar. Según algunas versiones, los vehículos del Ejército habían recibido instrucciones de retirarse.

P.– ¿Cómo se siente, estando fuera, a tantos kilómetros de distancia?
R.– Estas cosas ocurrieron cuando yo salía de viaje a Roma para participar como delegado de la Conferencia Episcopal de Guatemala en la XIII Asamblea del Sínodo. Me enteré el sábado por primera vez, al leer las noticias de Guatemala en Internet. Luego comencé a recibir algunas informaciones adicionales a través del Comunicado de la Conferencia Episcopal y algunas noticias del Vicario General. La distancia lo hace a uno impotente y hace imposible acompañar a las familias en duelo en su dolor y en la impotencia que también el pueblo siente cuando se ve implicado en acciones de alcance político más amplio que los intereses de cada día. Sé que los sacerdotes de Totonicapán, tanto del Municipio como del Departamento, han procurado estar cerca de sus feligreses y acompañarlos en su dolor y estoy agradecido con ellos por esa actitud.

P. ¿Qué puede decir a su pueblo, en este momento de dolor y desconcierto?
Lo primero que hay que decir es que se debe tener conciencia de la dignidad de la persona, de toda persona. Si es verdad que hubo coerción para participar en las manifestaciones, no se puede instrumentalizar a las personas exponiéndolas a peligros a su integridad física como éstos. Aunque todavía hay que esclarecer cómo se produjeron las muertes y quién es el responsable, no se puede pretender solucionar los conflictos matando al adversario, como si la vida humana de las víctimas fuera el precio descontable de la victoria de la fuerza. Deseamos paz y oramos por la paz y el respeto mutuo. Las reivindicaciones y peticiones que están a la base y son la causa de las manifestaciones, deben ser medidas en su justo alcance. Creo que algunos de los reclamos, sobre todo el de las tarifas eléctricas, tienen como referente las autoridades locales y no el gobierno central. En una democracia la negociación es el único camino, junto con la conciencia de que la negociación no siempre tiene como resultado el logro de los objetivos en el tiempo, el lugar y el modo que uno quiere.

X