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«Doy gracias a Dios por haber confiado en mí a pesar de mis carencias»

Tras presentar su renuncia, Mons. Ángel San Casimiro dejará de ser obispo de Alajuela (Costa Rica) el próximo mes de mayo. «Ser obispo no es un privilegio, no se está por encima de nadie». Asegura que le alegra volver a la comunidad con el resto de agustinos recoletos

Al cumplir 75 años el pasado 16 de septiembre y como manda la norma canónica, Mons. Ángel San Casimiro, agustino recoleto, presentó su renuncia como obispo de Alajuela (Costa Rica) ante el Santo Padre. Casi seis meses después, el Papa ha aceptado su renuncia y ha nombrado a su sucesor. Será el 26 de mayo cuando finalmente abandone su puesto y se lo entregue al amigoniano Bartolomé Buigues.

Tras 22 años ejerciendo el ministerio episcopal, el obispo agustino recoleto se encuentra ya cansado. Afirma que deseaba conocer a su sucesor. «Una vez que presentas la renuncia, ya no tienes la misma energía para llevar adelante la diócesis con la responsabilidad que deberías», indica. No obstante, presenta su renuncia siguiendo la norma canónica que permite a los obispos renunciar a su responsabilidad cumplidos los 75 años y no por simple cansancio o hartazgo.

Con una fe profunda y realizando una mirada retrospectiva, Mons. San Casimiro pone en manos de Dios todo el trabajo realizado. El 7 de octubre de 1995 tuvo lugar en Ciudad Quesada (Costa Rica) su ordenación episcopal. «No llego a comprender, si no es desde la fe, por qué el Señor me concedió este ministerio tan importante», afirma. Humildemente se reconoce dos defectos por los cuales cree que no debería haber sido obispo: «Yo no me creí con la capacidad académica suficiente para afrontar con toda responsabilidad esta misión y tampoco soy modelo de virtud para nadie».

Reflexionando, confiesa que encontró la respuesta a las cuestiones que se hizo antes de recibir el báculo y la mitra. «Dios a veces se vale de lo inútil para llevar adelante su obra y que así el instrumento no se apropie de la eficacia de la obra», y continúa diciendo que «por eso el Señor elige a personas que humanamente no son las más capacitadas pero son las que a través de ellas Él quiere realizar su obra».

Por todo ello, Ángel San Camisiro asegura sentir «una actitud de agradecimiento a Dios por haber confiado en mí a pesar de mis carencias». «Doy gracias a Dios porque a pesar de mi poca preparación el Señor ha hecho cosas buenas», dice.

«¿Mi obra evangelizadora? Eso se lo dejo a Dios»

En Ciudad Quesada, su primer destino como obispo, estuvo 12 años. Al llegar, tuvo que sufrir en una diócesis rural que no tenía infraestructuras. «Lo más importante es la infraestructura interior de cada uno, aunque debemos valernos de medios humanos», explica. Por eso comenzó a dotar la diócesis de una infraestructura acorde a sus necesidades.

Posteriormente tomó posesión en 2007 de la diócesis de Alajuela, en la que ya había estado anteriormente como párroco de la Parroquia del Carmen. «Vine a acompañar -puntualiza- porque mi predecesor había dejado muy marcado el norte por el que la diócesis debía caminar». Durante los últimos diez años ha centrado su labor pastoral en las familias, los jóvenes, las vocaciones y los pobres.

Al preguntarle por su labor pastoral, San Casimiro rehuye. «¿Mi obra evangelizadora? Le dejo a Dios que emita ese juicio», dice. Lo que sí tiene claro es que la labor pastoral debe continuar porque considera que «debe ser un proceso permanente y no sucesos puntuales».

«Ser obispo no es un privilegio»

El ministerio episcopal que el agustino recoleto ha desempeñado durante más de 20 años es para él un servicio. «Ser obispo no es privilegio, no se está por encima de nadie», dice tajantemente. Dos frases resumen para el obispo navarro la labor del obispo. Una, de Jesús: el que quiera ser el mayor de ustedes, que sea el servidor. La otra, de San Agustín: con ustedes soy cristiano, para ustedes soy el obispo. «Si el obispo es buen cristiano, es buen obispo», indica.

«El obispo debe acompañar al pueblo: yendo detrás para empujarles cuando lo necesitan; yendo delante para indicarles el camino o yendo a la par para compartir con ellos la vida». En este sentido, el obispo ve en el Papa Francisco el mejor referente actualmente.

Relata con emoción la última visita Ad Limina que realizó con los obispos costarricenses. «Me sorprendió su cercanía, la libertad que sentí para preguntarle lo que quisiera», cuenta. Por eso cree que la relación de los obispos con el Papa es muy cercana. «Nos ayuda que lo que dice, él es el primero que lo cumple», considera.

«Me alegra volver a la comunidad porque mi vida tiene más sentido»

Durante los años en los que ha desempeñado su episcopado, Ángel San Casimiro ha echado en falta su comunidad de hermanos agustinos recoletos. «Siempre me ha gustado vivir en comunidad», comparte. Es algo que ha pretendido trasladar a su presbiterio, aportando un sentido de comunidad. En mayo, como obispo emérito de Alajuela, volverá a formar parte de labor de los Agustinos Recoletos en Ciudad de los Niños, en Cartago (Costa Rica). «Me alegra volver a la comunidad porque mi vida tiene más sentido», dice.

Con tan solo diez años ingresó en el desaparecido colegio-seminario de San José, en Lodosa (Navarra, España), a nueve kilómetros de su pueblo. Así cuenta su historia: «En la escuela recibí la visita de un agustino recoletos, el P. Manuel Simón. Preguntó quién quería ir al seminario. Yo levanté rápidamente la mano». Su referente para tomar esta decisión no fue otro que el párroco de su pueblo. «Yo decía para mí ‘de mayor quiero ser como este hombre'».

Por eso, Mons. Ángel San Casimiro pide que además de rezar para que el Señor «siga llamando a jóvenes», los frailes y sacerdotes sean «buenos ‘llamantes’, que causemos impresión y deseo de seguir la vida que llevamos».