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El esgrafiado de Extremadura, una técnica decorativa impulsada en el siglo XVII por los agustinos recoletos

Extremadura es la región del sudoeste de España fronteriza con Portugal. La componen las provincias de Cáceres y Badajoz. Aunque, en la actualidad, los agustinos recoletos no tienen casa allí, es uno de los solares históricos de la Orden. Durante más de 300 años existieron cinco conventos de frailes, todos ellos suprimidos en 1835. De los cinco conventos extremeños, tres se mantienen hoy en pie. Uno de ellos, el mejor conservado, es el de Valdefuentes, al sur de la provincia de Cáceres, en la sierra de Montánchez. Tiene como titular a san Agustín, y fue fundado en 1634 a expensas del marqués de Valdefuentes don Alonso de Alencastro. Durante sus casi tres siglos exactos de existencia albergó una comunidad formada por 25 religiosos, más o menos.

“Escorial Chico”

Se han conservado tanto el convento como el templo anexo. Éste viene siendo desde hace tiempo iglesia parroquial, mientras que en el convento han encontrado alojamiento el párroco, la guardia civil, la cárcel, los jubilados y hasta el bar. Pero lo importante es que la estructura básica se ha mantenido inalterada y el conjunto se conserva bastante bien, de modo especial el claustro, su aljibe y las habitaciones contiguas al coro.

El convento de San Agustín es uno de los monumentos de esta población de 1.500 habitantes, que lo consideran y llaman “El Escorial Chico”. No sólo eso. Lo han convertido en emblema del pueblo y de toda una técnica decorativa, el esgrafiado, que también se emplea en otros edificios de la zona. El Ayuntamiento de Valdefuentes, incluso, intenta que la localidad sea reconocida como capital regional del esgrafiado, y con este objeto invitaba a comienzos del pasado marzo a varios representantes de la Asociación de Periodistas de Turismo.

Influencia morisca

Lorem ipsum Detalle El esgrafiado es una antigua técnica de decoración, que aquí hizo fortuna posiblemente por influencia morisca. Permite una introducción fácil del color, recubriendo la pared que se desea decorar con dos capas superpuestas, cada una de un color. En la capa externa se dibuja el motivo ornamental deseado, que se hace aparecer “esgrafiando”, esto es raspando, la capa exterior y haciendo aparecer la segunda.

Mediante esta técnica se decoró buena parte de las paredes del complejo conventual, incluida la iglesia. Y así fue como se estamparon, a finales posiblemente del siglo XVII, las insignias agustinianas que campean en el claustro sobre el arranque de los arcos de piedra. En ellas se representa, bajo un capelo con sus borlas, el corazón traspasado por dos flechas con que siempre se ha caracterizado a san Agustín. Y, alternando con él, otro de los símbolos agustinianos, la mitra episcopal.

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