Una palabra amiga

Dios siempre nos escucha

El arzobispo agustino recoleto deĀ Los Altos, Quetzaltenango ā€“ TotonicapĆ”n (Guatemala), Mons. Mario Alberto Molina, reflexiona sobre la Palabra de Dios de este domingo 28 de julio

El pasaje del evangelio de san Lucas que la Iglesia nos propone hoy contiene tres enseƱanzas de JesĆŗs en torno a la oraciĆ³n. En primer lugar, hemos escuchado la versiĆ³n del Padrenuestro como nos la ha transmitido san Lucas, en segundo lugar, una especie de parĆ”bola para enseƱar la confianza en la oraciĆ³n y, en tercer lugar, un razonamiento para inculcar la eficacia de la oraciĆ³n. Cada una de esas partes merece un comentario y nos propone una enseƱanza. La primera lectura parece haber sido elegida en funciĆ³n de la segunda enseƱanza del evangelio. Vamos por partes.

JesĆŗs estĆ” orando, sus discĆ­pulos lo ven orando. Ese es uno de los rasgos de JesĆŗs que al evangelista san Lucas le gusta destacar una y otra vez: JesĆŗs ora en diversos momentos de la jornada y de la noche; ademĆ”s lo hace con asidua frecuencia. En una de esas ocasiones, los discĆ­pulos le piden que les enseƱe a rezar. En la actualidad, esa pregunta se refiere a mĆ©todos de oraciĆ³n; si se trata de oraciĆ³n mental o vocal; si se trata de orar en solitario o juntamente con otros; se trata de saber si debe predominar en la oraciĆ³n el razonamiento o el sentimiento. JesĆŗs no se metiĆ³ por esos vericuetos. Para Ć©l orar es hablar con Dios, sea con las propias palabras o con palabras aprendidas, con oraciones ya hechas, como los salmos. JesĆŗs por eso propone una oraciĆ³n propia. Su oraciĆ³n no es de alabanza o de agradecimiento, sino de peticiĆ³n. En las cosas que pide se refleja su espiritualidad.

Sin embargo, lo primero que nos llama la atenciĆ³n al escuchar la oraciĆ³n de JesĆŗs, es que, aunque se parece al texto del Padrenuestro con el que usualmente rezamos, la oraciĆ³n que nos ofrece JesĆŗs es mĆ”s breve, le faltan frases. Para comenzar, la invocaciĆ³n inicial se dirige simplemente al Padre, y no al Padre nuestro. La causa de esa diferencia es que nosotros utilizamos la versiĆ³n de la oraciĆ³n como la transmitiĆ³ san Mateo, una versiĆ³n algo mĆ”s larga que esta que nos ofrece JesĆŗs en san Lucas. Explicar por quĆ© hay diferencias en la versiĆ³n de san Mateo y en la de san Lucas nos llevarĆ­a a exposiciones sobre la historia de la redacciĆ³n de los evangelios impropias en una homilĆ­a. Pero podemos decir, que en la Iglesia prevaleciĆ³ la versiĆ³n que transmite san Mateo, quizĆ” precisamente por ser mĆ”s amplia. En cualquier caso, tanto una como otra versiĆ³n coinciden en que se trata de una oraciĆ³n de peticiĆ³n dirigida al Padre. En primer lugar, se piden cosas que conciernen a Dios y su Reino, como la santificaciĆ³n de su nombre y la venida de su Reino. Pero Dios santifica su nombre salvĆ”ndonos y la llegada de su Reino es nuestra plenitud. Es decir, las que parecen ser peticiones que conciernen a Dios, en realidad tienen que ver con nuestra salvaciĆ³n eterna. TambiĆ©n que se piden cosas relacionadas con las indigencias humanas como la comida de cada dĆ­a, el perdĆ³n de los pecados y la resistencia en la prueba y la tentaciĆ³n. Al pedirlas reconocemos nuestra necesidad y pobreza, nuestro desvalimiento y dependencia del mismo Dios. Al pedir, nos ponemos en manos de Dios.

Luego JesĆŗs cuenta a continuaciĆ³n una especie de parĆ”bola, pero es en realidad unĀ ejemplo, una instrucciĆ³n acerca de la necesidad de acercarnos a Dios con confianza en la oraciĆ³n. El protagonista del ejemplo es un hombre que se atreve a llegar a casa de un amigo en hora inoportuna, cuando ya estĆ” acostado, y que a pesar de que el hombre se resiste a levantarse, la confianza que le asiste se muestra en que pide hasta obtener lo que necesita. Debo decir que este cuento me incomoda, porque se puede entender mal. Se puede entender que Dios no estĆ” tan dispuesto a darnos lo que necesitamos, sino que hay que doblegarlo con la insistencia. Pero en otro lugar, JesĆŗs nos enseƱa que Dios no necesita que hagamos largas oraciones, pues no debemos informarlo con nuestras palabras, ya que Ć©l sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos (cf. Mt 6,8); tampoco debemos persuadirlo de que nos dĆ© lo que necesitamos, pues Ć©l no es un Dios distante y desinteresado, sino que bien sabe que necesitamos de Ć©l y quĆ© necesitamos recibir de Ć©l. La primera lectura de hoy narra aquel episodio de la vida de Abraham, cuando suplicĆ³ por la salvaciĆ³n de Sodoma y Gomorra. Abraham parece regatearle a Dios hasta el lĆ­mite de lo posible, para suplicar la salvaciĆ³n de las dos ciudades pecadoras. Abraham actĆŗa con total confianza con Dios, hasta el lĆ­mite de regatear con Ć©l para conseguir la gracia de la salvaciĆ³n de Gomorra y Sodoma.

Por lo tanto, debemos destacar en el ejemplo que JesĆŗs nos pone la confianza del hombre necesitado con su amigo, pues llega a pedirle lo que necesita entrada ya la noche, cuando el amigo ya estĆ” acostado. La insistencia y la inoportunidad son signo de su confianza en el amigo. Nuestro Padre Dios quiere que le tengamos confianza cuando oramos. Para Dios no hay una hora inoportuna cuando quizĆ” lo podamos molestar con nuestra oraciĆ³n. Y aunque nuestra oraciĆ³n no tiene el propĆ³sito ni de informarlo o convencerlo, la oraciĆ³n insistente expresa nuestra total y constante dependencia de Ć©l.

Esto se expresa claramente en la tercera instrucciĆ³n de hoy: Pidan y se les darĆ”, busquen y encontrarĆ”n, toquen y se les abrirĆ”. Porque quien pide, recibe; quien busca encuentra, y al que toca, se le abre. Nuestra oraciĆ³n confiada siempre tiene acogida, siempre es escuchada. Pero Ā”atenciĆ³n! Dios es nuestro Padre, no nuestro mandadero para cumplir lo que deseamos, sobre todo si son cosas de este mundo. Dios es nuestro Padre, no nuestro sirviente que satisface nuestras carencias y necesidades. Dios es nuestro Padre, que, en primer lugar, se nos da a sĆ­ mismo en su Hijo Jesucristo. Nuestra oraciĆ³n no tiene el propĆ³sito de obtener de parte de Dios la satisfacciĆ³n de nuestros deseos, aunque parezcan nobles y buenos, como cuando pedimos por la salud propia o de un pariente. Dios muchas veces satisface esos deseos y peticiones, pero otras veces no. Pero Dios siempre nos escucha. Nuestra oraciĆ³n de peticiĆ³n tiene el propĆ³sito de declarar que nos ponernos en sus manos en nuestra necesidad, para decirle que, en nuestra indigencia, lo Ćŗnico que necesitamos es a Ć©l mismo. Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, Ā”cuĆ”nto mĆ”s el Padre celestial darĆ” el EspĆ­ritu Santo a quienes se lo pidan! Eso es lo que hizo JesĆŗs, especialmente cuando orĆ³ en el huerto de los Olivos antes de su pasiĆ³n. Si tenemos a Dios, el cumplimiento de las otras peticiones es aƱadidura.

Mons. Mario Alberto Molina OAR
Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango ā€“ TotonicapĆ”n (Guatemala)

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